(G20) Cumbretitis

Ahora, serán los habitantes de Hamburgo que sufrirán el colapso de su ciudad. El guión está más que ensayado para las comitivas de Jefes de Gobierno. Será la primera vez que Alemania sea anfitriona del Grupo llamado G20, que concentra el 85% del PIB global, con una población de casi 5,000 millones de habitantes, considerando a la Unión Europea.
La Canciller, Angela Merkel, sabe que frente al mandatario de Estados Unidos no puede existir la improvisación. Junto con líderes como el presidente francés, e inclusive con el inquilino del Kremlin (con quién se comunica en ruso y él con ella en alemán), saben que no sólo está en juego lo que fue una extensión del Grupo de los 7 más Rusia, sino buena parte del sistema multilateral.
El estandarte de aislamiento de Trump que ondea en la pesadumbre del “si no beneficia a Estados Unidos, me salgo” es un recordatorio del papel que aún juega Washington; si se auto excluye, las fichas de una renacida geopolítica se moverán en la incertidumbre.
El mundo de la postguerra estaba cierta de que no se podría reeditar la fallida experiencia de la Sociedad de Naciones. San Francisco brindó la creación de la ONU y, en Yalta, la histórica cumbre entre Churchill, Roosevelt y Stalin; el realismo iniciaba la Guerra Fría. Aunque fueron 51 estados miembros los fundadores de la ONU, sólo cinco tendrían poder real en su Consejo de Seguridad: el “club nuclear”.
Hoy, Naciones Unidas tiene 193 miembros, y a 72 años de su nacimiento sigue manteniendo los mismos cinco miembros permanentes con el privilegiado y antidemocrático derecho de veto. Pocos años después de la caída de la URSS y del fin del Muro de Berlín, cuando el paradigma era la democracia y el libre comercio, quien escribe estas líneas cuestionó a Paul Kennedy -autor británico del célebre libro “Auge y Caída de las Grandes Superpotencias”-, sobre la anquilosada muestra antidemocrática en la ONU que no era correlativa a un mundo que había cambiado, y de la que uno de sus sellos era la multipolaridad. Respondió en un dubitativo cabeceo y sólo dijo que se tenía que democratizar…
Hoy, con casi 4 veces más que los estados fundadores del sistema multilateral y, en especial en el tema económico, frente a la crisis de la economía real, el G7 más Rusia buscó mayor inclusión con las economías emergentes. No obstante, el G20 adolece de una estructura institucional y deja en entredicho si apuesta al reforzamiento de las instituciones claves globales como el BM, el FMI y la OMC, o si es capaz de permitir un andamiaje alternativo, del que países como los BRICS parecen apostar a la creación del Banco Asiático de Inversiones e Infraestructura (BAII).
La Cumbre de Hamburgo será la doceava desde que en otoño del 2008 se hiciera el primer encuentro. La crisis financiera global de dicho año la motivó. A los ministros de finanzas se sumaron después los del trabajo. La crisis del empleo sintetiza el papel de los procesos de digitalización y robotización en el trabajo, pero también el debate encendido de cómo hacer crecer la economia. Punto positivo que los encargados de políticas laborales estuvieran en el diálogo.
Con arrojo, Merkel ha puesto el tema del cambio climático frente a la decisión de Trump de salir del Acuerdo de París. Para disminuir la brecha democrática en la toma de decisiones globales, el G20 ha abierto la puerta para representaciones de otras regiones, como la Unión Africana; esfuerzo importante, pero pequeño frente a la democratización que buscan los otros 174 miembros de la ONU.
Es verdad, el destino global está encadenado a lo que hagan (o dejen de hacer) los miembros del G20. Para los jefes de gobierno será otro encuentro al que acudir frente a una agenda de cumbretitis desde sus diversos espacios y temáticas.
Quizá la desgastante figura de cumbres de alto nivel deba abrir los espacios de tiempo para no devaluar los encuentros. No necesariamente -opinan los conocedores- hacer estas cumbres sea símbolo de política exterior. Con razón, los manifestantes en Hamburgo gritan ya “una nueva política es necesaria.” De no hacerlo el G20, será un ritual sin acción y la misma dinámica les tocará en la 13ª cumbre a los porteños de Buenos Aires, quienes serán los próximos anfitriones.
Juan-Pablo Calderón Patiño
Mexico