Artículo de opinión.

Por: Juan-Pablo Calderón Patiño. 

El gobierno mexicano ha decidido apoyar al actual Subsecretario de América del Norte, Jesús Seade, para dirigir a la Organización Mundial de Comercio (OMC), herencia del Acuerdo General de Aranceles y Comercio, el GATT, al que México ingresó en 1986. Es imposible no evocar el fallido intento de México en apoyar en el 2013 al ex Secretario de la entonces SECOFI, Herminio Blanco, que perdió ante el candidato brasileño Roberto Acevedo, que un año antes de terminar su período renunció a la Organización. Blanco fue uno de los arquitectos en las negociaciones de México con América del Norte y con la Unión Europea. Si en el 2013 nació la interrogante de ¿Por qué el Presidente Peña Nieto avaló la candidatura de México sin antes hacer una reflexión dura sobre los costos de una gris y arrinconada política exterior que fue la divisa desde el 2000?, siete años después y en la tercera alternancia presidencial nacen dos preguntas; Si el Presidente López Obrador nisiquiera incluyó un capítulo de política exterior en el Plan Nacional de Desarrollo ¿por qué busca una candidatura mexicana para una Organización empantanada en plena incertidumbre por el atasque de la Ronda Doha además del debilitamiento de su órgano de apelaciones? y dos, llevar una candidatura de ese calibre exige algo más que un juego de política exterior como lo indicó la fallida experiencia de Blanco. ¿México ya preparó una definición de lo que busca en el comercio exterior global para ganar el voto de los países miembros de la OMC y llegar a su principal despacho en Ginebra?

El apoyo de Washington y de Bruselas a la candidatura de Blanco parecía la mayor divisa para enfriar la champaña que al final no se abrió. El diagnóstico falló y se creyó que en el mundo todavía validaban las elecciones para cargos en internacionales con el sólo apoyo del Norte. Las concesiones que autorizó López Obrador en el T-MEC que operó Seade, lo hacen ver como el candidato de Estados Unidos, que curiosamente está derruyendo la arquitectura institucional multilateral que apoyaron sus predecesores desde la posguerra. El accionar de Trump con la OMS da muestra de repetir el manotazo el día de mañana con la OMC u otra organización. Más que percepción es una realidad que varios países ven en López Obrador y en Seade como aliados de Trump. La guerra comercial entre Washington y Pekín, la incertidumbre de la caída del comercio global por la pandemia o el sistema de alianzas con países como los BRICS, son temas para afrontar y tomar posiciones más allá de la solvencia profesional del Profesor Seade.

Un grave error para México puede repetirse si no realiza equilibrios con países emergentes en el sistema multilateral. ¿Se acudirá de nuevo a África, al sureste asiático y a Medio Oriente sólo en esta coyuntura?. La débil presencia mexicana en esas regiones (con embajadas concurrentes a veces para más de ocho países) ¿Merece eso el país que es la décimo tercera economía del mundo y la primera exportadora de América Latina?

Una de las lecciones en la pasada elección de la OMC es la de advertir que si no somos capaces de imprimir la vena de transformación mexicana, no podremos descolgarnos la percepción dura de que el contrincante diga: “es el candidato de Washington o de la ortodoxia financiera que tiene al mundo de cabeza (sic)”, como lo representó la candidatura de Agustín Carstens para el FMI. Los tiempos exigen cambios profundos y desenmarañar la tensión entre el aislacionismo y globalización, la fronterización y las guerras comerciales, donde no basta decir que no se tomara partido por alguien.

Antes de la OMC, México ya había perdido en los últimos años varias posiciones en el sistema internacional y regional. La OMS con la fallida candidatura del Dr. Julio Frenk; la Organización Panamericana de la Salud, con el Dr. Jaime Sepúlveda Amor. En el sistema interamericano, la aventura del entonces Secretario Luis Ernesto Derbez para la Organización de Estados Americanos (OEA). Los éxitos de José Ángel Gurría en la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), el “secretariado general de la globalización” como a él le gusta mencionar y del jurista y diplomático Bernardo Sepúlveda Amor, como exJuez y ex Vicepresidente de la Corte Internacional de Justicia, fueron resultado de su calidad profesional, solvencia moral y de la trascendencia que lograron como ex Secretarios de Estado.

Desde que nació la OMC en 1995 hubo un marcado interés del ex Presidente Carlos Salinas de Gortari, para dirigirla una vez que terminó su mandato, no obstante, el fatídico 1994 dió al traste con el objetivo de uno de los artífices del casi extinto TLCAN. El italiano Renato Ruggiero dirigiría a la Organización en plena consolidación de bloques comerciales. Los delicados equilibrios en la Europa Comunitaria están permitiendo que la ministra de Exteriores de España, Arancha González (trabajó con el antiguo Director de la OMC, Pascal Lamy) tenga el apoyo de buena parte de Occidente. El bloque africano busca la posición sin ambages y la ex embajadora de Kenia en la OMC, Amina Mohamed, hace un esfuerzo para amalgamar una posición conjunta del continente. El plazo para registrar candidatos vence el 8 de julio, por lo pronto Seade puede empezar a trazar sus fortalezas y debilidades que deben de ir más allá de señalar un comercio justo o sin monopolios. No es menor la tarea para el ganador, reorganizar el régimen internacional de comercio en plena crisis de la globalización combinada por la emergencia sanitaria es casi una tarea épica. El famoso plato de espaguetis que es la interrelación de tratados comerciales empieza a enfriarse en una nueva configuración global aún no resuelta.

Sería un riesgo presentar una candidatura a ciegas o como una elegante salida a alguien que cumplió su ciclo en el Gobierno mexicano. El reto de México para conciliar diplomacia y política exterior, principio y acción, en un mundo pletórico de incertidumbre, invita a tener pies firmes en la realidad. Esta candidatura no es la excepción.