1. Introducción
El 20 de enero de 2025 marca un “antes” y un “después” en el área de la cooperación internacional. La investidura de Donald Trump como el 47º presidente de los Estados Unidos no fue solamente el comienzo de su segundo mandato no consecutivo, sino que también representó un cambio en la posición del país como fuerza líder en el escenario internacional, tanto en términos políticos como financieros.
Trump y su administración tomaron rápidamente numerosas decisiones que tendrán profundas repercusiones en los programas de cooperación al desarrollo y la ayuda humanitaria a nivel global. Entre ellas, destacan las primeras órdenes ejecutivas que anunciaron el retiro de los Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del Acuerdo de París sobre el cambio climático; además del anuncio del congelamiento de la ayuda exterior por 90 días (Haug et al., 2025, p.8), incluyendo más de 40 mil millones de dólares en fondos para los programas internacionales de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) (McVeigh, 2025).
2. El rol de USAID
La agencia USAID, creada en 1961 (Tarnoff, 2015), es un organismo gubernamental independiente que ha sido el brazo humanitario y de desarrollo internacional del gobierno de los Estados Unidos en las últimas décadas.
Históricamente, Estados Unidos ha sido el mayor benefactor de Ayuda Oficial para el Desarrollo (AOD) porque ha proporcionado, mediante sus agencias oficiales, el mayor flujo de recursos a los países y territorios de la lista del Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) y a las instituciones multilaterales de desarrollo (Haug et al., 2025, p.2). En 2023, Estados Unidos destinó 65 mil millones de dólares para la AOD, de los cuales 50 mil millones se utilizaron para financiar programas de USAID (Grimm et al., 2025). La mayoría de los fondos de AOD del país fueron asignados a la cooperación bilateral, lo que se tradujo en beneficios para alrededor de 130 países y en ayuda para la cooperación multilateral a través de las Agencias de las Naciones Unidas por un monto que en 2023 fue de 13 mil millones de dólares (Haug et al.,2025, p. 4-5).
En cuanto a sectores de asistencia, la USAID ha desempeñado un rol clave en programas de salud: 608 millones de dólares fueron destinados en 2023 para la planificación familiar y la salud reproductiva (Haug et al., 2025, p.10). En 2022, el 24 % de la AOD bilateral total de Estados Unidos se destinó a proyectos relacionados con la salud y la población. Además, USAID ha sido responsable de casi el 75% de la ayuda exterior de Estados Unidos relacionada con la salud en 2023 (Haug et al.,2025, p.10). Entre los mayores beneficiarios del financiamiento estadounidense en 2023 se encontraban el Programa Mundial de Alimentos (PMA), el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) (Haug et al., p. 5).
Por lo tanto, las órdenes ejecutivas de congelación de fondos y la reducción de la ayuda exterior que plantea el actual gobierno estadounidense dejan un vacío significativo en los flujos de asistencia global en diferentes sectores de intervención. Este escenario puede generar consecuencias tanto en el corto como en el largo plazo y pone en riesgo no solamente a los individuos beneficiarios de los programas, sino también la estabilidad de países en condiciones socioeconómicas precarias.
La incertidumbre generada por estos cambios repentinos hace que surja la pregunta: ¿quién llenará el vacío dejado por Washington?
3. La cooperación Sur-Sur y el papel creciente de donantes asiáticos
El rápido desarrollo económico de algunos países asiáticos, que pasaron de ser receptores de donaciones a donantes, ha creado una nueva geografía de la cooperación internacional. A partir de la Conferencia de Bandung de 1955 (De Renzio y Seifert, 2014), los actores del Sur Global plantearon un nuevo objetivo: coordinar sus intereses y fortalecer su posición frente a los países industrializados.
Dentro de ellos, los países que más destacan por su rápido crecimiento económico son China, Corea del Sur, Indonesia y Japón. En el caso de Corea del Sur, la razón de AOD respecto al PBI pasó de ser del 0.14% en 2018 al 0.17% en 2022, por un total $993.1 millones de dólares destinados a países asiáticos, $597.4 millones hacia el continente africano y $353.3 millones para Latinoamérica (Tamonan y Kieren Si, 2024). Un esfuerzo similar destaca también en el caso de Japón, que aumentó su razón AOD-PIB al 0.39% en 2022, un resultado netamente superior comparado con el 0.28% que registraba en 2018 (Tamonan y Kieren Si, 2024). Países como Indonesia, por otro lado, han ampliado sus programas de cooperación internacional logrando una contribución de $9.3 millones de dólares de Apoyo Total Oficial para el Desarrollo Sostenible en 2022, un aumento del 38.8% en comparación al 2021, año en el que el monto total de contribución fue de $6.7 millones (Tamonan y Kieren Si, 2024).
3.1 El caso de la República Popular China
China ha consolidado su posición como actor dominante en los proyectos de infraestructura y préstamos gracias a su rápido ascenso económico y su creciente presencia internacional, lo que le permite movilizar amplios recursos.
Sus programas de financiamiento en el sector de la cooperación para el desarrollo combinan la cooperación con la búsqueda de oportunidades comerciales y de inversión y con el acceso a recursos naturales. Por esta razón, la inversión de China ha sido objeto de controversia en el debate internacional. Las preocupaciones giran en torno a su falta de transparencia y ética, ya que concentra sus recursos de inversión en las áreas de infraestructura, energía y agricultura. Ya en 2009, el país financiaba programas por más de $25 mil millones (De Renzio y Seifert, 2014, p.1865), sin proveer datos oficiales a los organismos internacionales sobre el incremento de sus inversiones en ayuda exterior a lo largo de los años. China se diferencia respecto a otros donantes asiáticos por la magnitud de sus recursos económicos disponibles y la modalidad de contribución, además de su enfoque en amplios proyectos destinados a contribuir al crecimiento de su propia economía.
3.1.1. Consecuencias para América Latina
La disminución de la inversión estadounidense y la aparición de nuevos donantes impactan ampliamente a América Latina, ya que muchos programas USAID se están reduciendo. Las acciones de los nuevos actores podrían tener consecuencias críticas como el surgimiento de nuevas formas de condicionalidad y la reorientación geopolítica, sobre todo en áreas sensibles como los derechos humanos, el medioambiente y los recursos naturales.
En 2023, América Latina recibió un total de $1.7 mil millones de dólares por parte de USAID (Peard, 2025). Entre ellos, fondos para la implementación del acuerdo de paz en Colombia entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), recursos para programas de reducción de la pobreza y la violencia en Haití, fondos para la implementación de proyectos ambientales para la protección de la Amazonia, y recursos para llevar a cabo proyectos de educación sexual para la comunidad LGBTQ+ en Guatemala (Peard, 2025).
Los nuevos donantes, aunque ofrecen numerosos recursos, desarrollan una agenda que puede ser menos atenta con los derechos humanos, la inclusión social y la participación de la sociedad civil. Por ejemplo, aunque los proyectos de infraestructura de China responden a necesidades concretas, han sido cuestionados por sus consecuencias ambientales negativas, su falta de involucramiento con las comunidades locales y su poca transparencia (De Renzio y Seifert, 2014, p.1866).
Entre 2005 y 2010, los bancos estatales chinos prestaron $75 mil millones de dólares a la región (Pintor Pirzkall, 2017, p.69), siendo sus principales destinatarios Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, México y Venezuela, países con extensas reservas petroleras, de litio, plata, cobre, estaño y madera. Además, es necesario tomar en cuenta que América Latina se ha convertido en una región aún más atractiva desde que se intensificaron los conflictos en Oriente Medio y África, donde la extracción de los recursos se ha tornado difícil (Pintor Pirzkall, 2017, p.70).
En particular, el rol de China se ha enfocado en financiar proyectos de capacitación tecnológica en los sectores agrícola, energético y sanitario. La asistencia a estos proyectos ha sido complementada con ayuda humanitaria de carácter médico y aportaciones al Banco Interamericano de Desarrollo, la Comunidad Andina y la Organización de los Estados Americanos (Pintor Pirzkall, 2017, p.67). Por ejemplo, en relación a la cooperación con Brasil, China firmó en 2011 el Plan de Acción Conjunta, un acuerdo para establecer un laboratorio de investigación sobre la agricultura y la ganadería (Pintor Pirzkall, 2017, p.72). No obstante, China no ha desarrollado una estrategia global para todo el continente, sino que prioriza inversiones directas en países con grandes reservas ambientales, minerales y de petróleo, siendo sus gobiernos fundamentales aliados para el crecimiento de la economía china.
Conclusiones
La retirada estadounidense de la cooperación internacional no solo representa un cambio en las prioridades del país, sino una reconfiguración global de los equilibrios en lo concerniente a la ayuda para el desarrollo, en particular para América Latina.
En este contexto, el auge de los donantes asiáticos representa una oportunidad y al mismo tiempo un desafío en el que destaca la preeminencia de China sobre otros donantes emergentes como Corea del Sur, Japón e Indonesia. Las contradicciones y la falta de transparencia en las inversiones de China pueden representar una amenaza para el futuro de una cooperación internacional centrada en los derechos humanos y en el desarrollo sostenible. Además, estas transformaciones cambian el escenario para América Latina, cuyos países podrían enfrentar la competencia entre nuevos actores por una mayor influencia geopolítica y el acceso a recursos naturales.