Del derecho al agua al derecho al futuro,  el Sínodo de la Amazonia en perspectiva internacional.

Luis Liberman – Gabriela Sacco

 

Nuestras organización nació con el pontificado de Francisco y la integramos aquellos que veníamos trabajando con él durante muchos años en temas de educación trabajo y ambiente. Desde la creación de la Universidad del agua, al desarrollo de políticas públicas de formación continua para la incorporación del trabajo en los sectores más vulnerables y las acciones comunes en concurrencia con REPAM donde somos felices de aprender y acompañar el trabajo de Dom Claudio Hummes, un líder medular.

En este camino decidimos un recorte epistemológico y una determinación de nuestro  objeto de estudio y trabajo que asume la cuestión de agua como eje prioritario derivando desde allí acciones asociadas al trabajo y la educación.

Del derecho agua, como condición primera para la vida, al derecho al futuro, se sitúa la problemática internacional en el centro del debate.

La Amazonia tiene en el agua su eje conector, y la Amazonia está amenazada como nunca lo ha estado.

Hemos celebrado dos seminarios internacionales que se centraron en el agua. Tanto en Roma como en Bogotá la comprensión geopolítica, ética, cultural y política compromete a todos a un desafío transformador.  La Encíclica el Papa Francisco Laudato si, advierte este problema, y el testimonio crudo del santo padre sostiene que la escasez del agua es tal vez la causa de las nuevas guerras y llama a nuestra participación: “Con nuestro poco, podemos hacer mucho”.  Esta cuestión debe comprenderse en el impacto del cambio climático en el ciclo del agua, en la potencia abrumadora del capitalismo deshumanizado. La lógica de la cultura del descarte y la globalización de la indiferencia se relaciona no solo con las características más cuestionables de la economía financialista y extractivista que no solo convierte a  los productos básicos en comodities, sino que hace lo mismo con el hombre “commoditie” o el clima comodotie. Es imperioso entendernos y situarnos en el diálogo y la projimidad para acuerdos transgeneracionales que son los que en última instancia hacen sostenible el desarrollo.

Nuestro continente produce alimentos para el mundo, y sin embargo parece condenado al hambre y la pobreza.

La agenda internacional, en tensión por la imposición de poder encuentra en el 2015 tres momentos determinantes. La encíclica Laudato Si, la presentación de la agenda 2030 de los ODS y la cumbre de París. Tres hitos que han sido cuestionados posteriormente  desde la Ocde, el G20 y la OMC y sobre todo por las operaciones mediáticas de mayor bajeza vista en los últimos tiempos. Algunas afectan a la Iglesia, otras a la comunidad internacional, la búsqueda mediática de la ignorancia es también corrupción.

 

Esta dualidad geopolítica  no hace más que expresar posibles caminos de construcción en función de los tiempos venideros. Globalizar la paz, trabajar por la casa común, entender nuestra diferencias y caminar juntos en diálogo fecundo frente al desacople que genera la primacía del gobierno del dinero que implícitamente lleva la decadencia y la destrucción de nuestra casa común, porque solo importa maximizar el capital presente.

Por esa razón coincidimos en la necesidad de que los ODS se ajusten a los contextos asimétricos que cada nación y/o región puedan desarrollar, no es lo mismo modificar la matriz energética de una nación como Alemania, a la misma situación en América Latina o en África. No asumir esta condición nos llevará en el 2030 a repensar ODS al 2060 y así sucesivamente. No asumir este compromiso impedirá que el  Sínodo trascienda por encima del alto valor que implica su realización y como hemos visto en los cuestionamientos recibidos debemos trabajar duramente para que sus acciones sean fructíferas. Hay que hacer más, hay que caminar más, hay que dialogar más.

 

Por eso, la definición de una ecología integral implica que ya no puede hablarse de desarrollo sostenible sin una solidaridad intergeneracional.

La construcción de políticas públicas cooperativas y transparentes, soportadas en una ética ambiental, enfrentan un desafío dialogal. Por eso el clima y el agua tiene que tener un lugar central en la agenda internacional. Allí está la vida… o la muerte.

Estas ideas tienen un cauce en la definición de una PEDAGOGÍA cooperativa y geocultural. El Papa Francisco  en Puerto Maldonado refiere con alegría las acciones de enseñanza multicultural. Es hacer una inversión del clásico libro del escritor uruguayo José Rodó, y restituirle a Calibán su propia voz, para insultar en su idioma original al Ariel colonizador.

 

Entonces ¿Qué aporta el sínodo a la escena internacional? Una perspectiva de convergencia entre lo que vemos, sabemos y creemos. Le propone un nuevo contrato a la comunidad internacional para repensar las estrategias de desarrollo. Si todo está interconectado, todo es causa y consecuencia percibimos la realidad como poliedro. Es aquí donde constatamos la tensión entre el poder espiritual y el poder temporal, entre la trascendencia y el acto. En esta lógica el sínodo está sujeto  los vaivenes de distintos intereses que debemos observar esencialmente en la trama temporal, en el tiempo que se proyecta hacia un futuro, esperanzador frente a las distopías del presente.

Es la búsqueda de un rostro amazónico para la iglesia y para la humanidad. Si observamos el impacto internacional del pontificado de Francisco veremos que tres constantes se repiten, el cuidado de la creación, la paz y las periferias existenciales y espirituales, además de geográficas (pe los PIAV), es su preocupación por los pobres. Vulnerables e invisibles.

América Latina es también América profunda, es decir, la de sus hombres y mujeres situados en una geocultura y un estar siendo mientras otras cosas suceden. Esa América profunda es América amazónica y latina como nueva entidad. La protección de la Amazonia no es su congelamiento en el tiempo, es su movimiento en clave ecológica e integral donde la contribución mayor es precisar políticas públicas y comunitarias que promuevan lecturas éticas y críticas de su desarrollo. Un tratado amazónico que lidere la innovación y el cambio en esta clave pedagógica. Una Amazonia que enseñe es la clave de un gran acuerdo internacional para asegurar el futuro.

Esta América, marcada por la esperanza trunca de sus gobiernos progresistas y por la acción deshumanizante de sus gobiernos conservadores, expresa con mayor tensión el desafío de la paz, el Papa es el líder que señala que no hay tres B (balas , biblia y buey) posible para un futuro inclusivo y apuesta las tres T Trabajo, tierra y techo para una construcción fecunda, respetuosa e intergeneracional porque es así como entiende el desarrollo sostenible.

La cultura del encuentro supone un diálogo ontológico entre América Latina y América Amazónica. Nuestro continente, sometido al escarnio colonizador construye una matriz identitaria  al amparo de la negación y el mestizaje cultural. Una América amazónica y latina que reconoce la diversidad de las tradiciones originarias y la biodiversidad ambiental, nos permite repensar la categoría antropológica de la otredad en términos de projimidad.

Este requiere de otra pedagogía sustantiva, la  del diálogo para implementar una ecología integral gestionada por las comunidades, nutrida en saberes científicos y ancestrales, políticos y éticos, interconectada, abierta al cambio y respetuosa de su historia

Tender la mano al otro en la construcción de la igualdad, es trabajar para sembrar bondad y belleza  en un mundo que para existir necesita de la Amazonia para hacer posible un futuro donde la esperanza vital derrote a la incertidumbre.