Por: Iñaki Agüero Clarembaux

 

El día viernes 28 de Junio se dio a conocer que el Mercosur y la Unión Europea (UE) habían llegado a un acuerdo de libre comercio sin precedente luego de 20 años de negociaciones. Este entendimiento entre ambos bloques económicos supone un avance histórico tanto en los niveles de desarrollo comercial y técnico como de estrategia geopolítica. 

El ambicioso acuerdo consiste principalmente en facilitar la importación y exportación de bienes y servicios entre ambas partes al eliminar de manera inmediata en algunos  y gradualmente en otros los aranceles sujetos a estos, que conllevan requisitos y condiciones personalizadas. 

Asimismo, se visualiza la potencialidad de un mercado conjunto de alrededor del 25% del PBI mundial, con más de US$ 100.000 millones en comercio bilateral y la integración de casi 800 millones de individuos contempladas las dos regiones. 

Además, se busca promover las inversiones al definir un marco regulatorio que otorgue previsibilidad, generar crecimiento que se traduzca en ganancias globales e innovar en las capacidades técnicas de las industrias implicadas al igual que promover los lazos culturales, políticos y económicos entre los dos bloques y hacia el interior de cada uno de ellos.

No obstante, para que el acuerdo entre en vigor, deberá ser ratificado por los Congresos de los Estados pertenecientes al Mercosur, los Parlamentos nacionales de la Unión Europea y el Consejo Europeo.

Paralelamente, el bloque sudamericano continúa llevando a cabo negociaciones con Canadá y los países del EFTA, con deseo de terminarlas a finales del corriente año para luego retomar aquellas con Singapur y Corea del Sur.  

 La antesala del acuerdo    

No se puede comprender el acuerdo entre el Mercosur y la UE leyendo solamente la formalidad del comunicado oficial, ni mucho menos aún sin distinguir de antemano la  actualidad de los bloques afectados. Es necesario analizar las posiciones de los actores y determinar en qué circunstancias se llegó al acuerdo este año.

Primero, resulta sorprendente que en un marco que podría denominarse como bi/multipolar, donde Estados Unidos y China se discuten la hegemonía (cada uno a su manera) y otros actores clave como Rusia, India y el Medio Oriente ganan terreno o son focos de conflictos particulares, se haya conseguido entre el Mercosur y la UE un acuerdo de magnitud tan importante y con indiscutible relevancia a escala mundial. 

Si bien los primeros dos pudieron bajar las tensiones relacionadas a la guerra comercial que han mantenido en la Cumbre del G20 en Japón, al mismo tiempo se negociaron los últimos detalles entre los líderes de los países más importantes del Mercosur y la UE para que en Bruselas, en simultáneo, se oficialice el acuerdo.

En Osaka, el presidente argentino Mauricio Macri logró calmar las aguas entre Bolsonaro y Macron, de posiciones contrarias, con respecto al Acuerdo de París acerca del cambio climático. 

Este acontecimiento, junto a la exitosa relación que mostraron los mandatarios allí presentes, repercutió positivamente en Bélgica y simbolizó el cierre de las negociaciones para la concreción del acuerdo entre los bloques. 

Coyuntura ideológica conveniente

El giro a la derecha en las clases políticas dirigentes y los cambios de gobierno de los países latinoamericanos ha propiciado un clima favorable para la coordinación de políticas económicas comunes y la apertura de un diálogo recíproco bajo la premisa de integración al sistema internacional.

La conformación del Prosur en reemplazo de la Unasur, la vinculación de los Estados sudamericanos con Donald Trump frente al conflicto venezolano y el acercamiento de Argentina al FMI son algunos de los fenómenos que pueden ser observados con detenimiento desde el declive de la izquierda en la región, entre muchos otros.

A su vez, en los Estados miembro de la Unión Europea también se han podido apreciar problemáticas y cambios sustanciales hacia el interior de la región. La salida del Reino Unido mediante el Brexit, la reciente elección de Ursula von der Leyen para presidir la Comisión Europea, el ascenso de Christine Lagarde al frente del Banco Central Europeo, son algunos ejemplos.

Por otra parte, podemos remarcar en el viejo continente la caída de Tsipras en Grecia,  la parálisis institucional interna de España para formar gobierno, la recesión económica en Italia y el fortalecimiento del liderazgo europeísta de Macron.

Primeros pasos 

Ahora bien, desde el momento en que se hizo público el acuerdo entre el Mercosur y la UE ha habido hechos concretos para la consolidación del mismo. 

Durante los días 16 y 17 de este mes, delegaciones de 11 países de Latinoamérica se reunieron en el marco de la Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur y Estados Asociados que tuvo lugar en Santa Fe, Argentina. 

Jorge Faurie, actual canciller argentino, evaluó a los resultados conseguidos con el acuerdo como “muy positivos, con una apertura que queremos y una flexibilización dinámica para continuar las otras negociaciones que llevamos adelante”.

En el segundo día de la Cumbre, los presidentes acordaron la eliminación del roaming en la región, abordaron la cuestión Venezuela, debatieron sobre energía renovable y medio ambiente, discutieron el futuro del bloque y prosiguieron con las formalidades hasta el final de ésta. 

Algunas conclusiones

Efectivamente, será un desafío para el Mercosur establecer una arquitectura institucional legítima que soporte los impactos venideros y garantice estabilidad tanto para los importadores y exportadores como para los consumidores. 

Esta tarea, sin lugar a dudas, debe englobar a los Estados de la Unión Europea, a las naciones del Mercosur, a la sociedad civil, al sector privado y al público debido a que sin la inclusión de todos los actores será muy difícil aprovechar los beneficios y conseguir los objetivos y requisitos pautados en el acuerdo.

Por último, el acuerdo existe y debe leerse cautelosamente hasta la letra más chica, en favor de recortar asimetrías. De todas formas, en los próximos meses veremos de qué manera las divergencias son solucionadas o, si por el contrario, este acuerdo está condenado al estancamiento.