Por: Ailén Soto, Agustina Rodriguez, Joana Valdez y Tomás Taboada*

Resumen: El agua juega un papel fundamental no solo para el desarrollo de la vida humana sino también para el desarrollo de las actividades económicas. Debido a su gran importancia, es objeto de disputa, principalmente, en aquellos lugares en donde escasea. Un ejemplo de esto es el conflicto en torno a la cuenca del Río Jordán, aguas transfronterizas compartidas entre Jordania, Siria, Líbano, Israel y los territorios palestinos ocupados. Aquí el recurso natural pasa a ser un elemento geopolítico y pone en jaque la seguridad ambiental de una población que queda sujeta a las decisiones políticas y ve comprometido su abastecimiento de dicho recurso. 

Palabras Clave: hidropolítica, río Jordán, seguridad ambiental, poder, Medio Oriente.

 

En el escenario internacional, la región de Medio Oriente se asocia  constantemente a conflictos de carácter económico, religioso y político. Sin embargo, sumado a dichas problemáticas, nos encontramos frente a una región que se caracteriza por ser una de las más áridas del planeta, convirtiéndo el recurso hídrico en uno de los más disputados y por lo tanto en uno de los problemas centrales. 

…Oriente Medio, una de las regiones más problemáticas del mundo, tiene en el        agua una causa añadida de conflictos. A la carestía provocada por una geografía y climatología particularmente desfavorables, se suma el hecho de que sus principales ríos son internacionales. El Nilo, el Éufrates y el Jordán son imprescindibles para las poblaciones de unos países -Egipto, Siria e Irak, Israel y Jordania- en los cuales no caen las precipitaciones que alimentan estos ríos. Por ello, la gestión de los recursos hidrológicos se convierte en un problema de seguridad nacional para estos Estados (Brichs, 1995).

El agua es vital para la satisfacción de las necesidades básicas de la población, pero también para el desarrollo económico de sus países. De acuerdo al informe del Banco Mundial “Beyond Scarcity: Water Security in the Middle East and North Africa”, Medio Oriente es la región donde más del 60% de la población vive en áreas con estrés hídrico superficial alto o muy alto (Banco Mundial, 2018). En esta misma línea, desde la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) se advierte que “la crisis hídrica amenaza la estabilidad de la región, así como su desarrollo humano y crecimiento sostenible” (FAO, 2018). Dadas las condiciones climáticas y la importancia de las mismas para el desarrollo, el recurso hídrico se ha vuelto vital para la región desde un primer momento.  

La escasez de este recurso genera que se convierta no solo en una herramienta geopolítica sino también en un factor que pone en jaque la seguridad ambiental de la población que allí se encuentra.  Ejemplo de esto lo es la cuenca del Río Jordán, actualmente compartida entre Israel, Jordania, Siria, el Líbano y los territorios palestinos ocupados,  lo que supone un elemento tanto de conflicto como de cooperación.  

A lo largo de los años, han habido distintos esfuerzos para llegar a un plan del manejo de dicha cuenca, pero nada en concreto. “No existe ni un acuerdo, ni un foro multilateral que canalicen la necesidad de una gestión inclusiva y consensuada de la cuenca transnacional” (Bordón, 2019). En este entramado de idas y vueltas, el acuerdo más relevante parece ser el Plan Johnston, de 1955, que supone la división de aproximadamente un 60% entre Siria, el Líbano y Jordania y un 40% a Israel.  Actualmente,  la posición de este último parece ser privilegiada frente al resto por el hecho de poseer los recursos y la  infraestructura para explotar este recurso,  siendo incluso ejemplo a nivel internacional en esta materia.

De esta forma, este informe tiene como objetivo describir la situación de la cuenca del río Jordán desde una perspectiva geopolítica de utilización de los recursos naturales, con  énfasis en la seguridad ambiental internacional y relevando los ámbitos tanto de conflicto como de cooperación entre los actores involucrados. 

La cuenca del río Jordán y el conflicto árabe-israelí

El histórico conflicto por la cuenca del río Jordán se remonta mucho tiempo atrás, pero se acrecentó como resultado del Sionismo, un movimiento judío que nace en respuesta a la ola antisemita que recorrió Europa a fines del siglo XIX. Tras el auge de los nacionalismos, los judíos exigían su derecho a formar un Estado en la “Tierra de Israel”, en lo que era en ese entonces parte del Imperio Otomano.

Tras el fin de la Primera Guerra Mundial, el territorio del antiguo Imperio Otomano fue repartido entre británicos y franceses mediante mandatos. Durante este período, las oleadas migratorias judías se incrementaron -a causa del antisemitismo europeo-, con lo cual, las tensiones con los palestinos y demás países árabes de la zona se hicieron más fuertes. La población judía demandaba cada vez más tierras y agua, elementos indispensables para la subsistencia, arrastrando cada vez más a los palestinos lejos de sus territorios y convirtiendo al recurso hídrico en una cuestión política.

Con la inminente retirada británica, la recién creada ONU buscó disminuir los conflictos haciendo una partición del territorio palestino en el 1947, establecida por el Comité Especial de las Naciones Unidas para Palestina (UNSCOP). En este panorama, el Gobierno Provisional Judío declaró la formación del Estado de Israel al mismo que se producia la retirada de Gran Bretania en mayo de 1948, lo que provocaría como reacción  una invasión por parte del ejército palestino, apoyado por países árabes, en donde resulta vencedor el nuevo Estado de Israel.

Los conflictos provocados por el asentamiento de judios en la zona, las diferencias religiosas entre los pueblos, y la disputa por el control de los suministros hídricos, daría inicio a una serie de guerras y tensiones entre Israel y los países árabes, provocando desplazamientos humanitarios de refugiados, y un clima de incertidumbre en la región por el fortalecimiento del Estado israelí.

El agua: una herramienta de poder en el Jordán

El agua es un recurso estratégico, esencial e indispensable para la supervivencia humana. En la actualidad, nos encontramos frente a un contexto donde la falta de sustentabilidad, la sobreexplotación, el incremento demográfico y la crisis climática, han derivado en la escasez general de recursos, entre los cuales, el agua se convierte en protagonista. Si la cantidad de recursos hídricos disponibles comienza a responder a demandas cada vez más altas, o la calidad del agua se deteriora, tenemos como resultado un aumento de la competencia y las disputas. Esto es, precisamente, lo que ocurre en la cuenca:

… La región es considerada como una de las más pobres del mundo en recursos hídricos, tanto globalmente como por habitante (…) el alto crecimiento de la población en los países de la cuenca ha menguado, en gran medida, los recursos hídricos disponibles que son, en la actualidad, totalmente explotados (más del 95%) (Atwi Saab, 2009, p. 44) 

A los desfavorables rasgos hidrológicos y climáticos de la región, se le añaden el crecimiento de la población, el aumento de la demanda hídrica, la explotación indiscriminada y, lo que hace a la situación más desestabilizante, el hecho de que sus ríos más importantes son internacionales. En el caso del Jordán, la cuenca atraviesa distintas fronteras políticas, teniendo que abastecer las demandas hídricas de cinco territorios, para los cuales, los recursos de la cuenca son, en menor o mayor medida, críticos. La disputa, además, se entremezcla y complejiza con cuestiones religiosas y étnicas. 

El conflicto por los recursos hídricos no es nuevo, ya que el agua históricamente ha desempeñado un papel decisivo a la hora de establecer fronteras geopolíticas en la región. Para Israel, resultó fundamental en su proceso de consolidación como Estado, además de estar presente en sus negociaciones con otros territorios árabes y haberse insertado en el marco político del conflicto con Palestina -donde la escasez de agua fue factor clave para las negociaciones de paz-.

El agua no solo es un recurso natural, es un factor geopolítico que influye en la seguridad internacional, y hacerse con el control del agua llega a ser sinónimo de riqueza y poder. Tomando en cuenta lo anterior es que entendemos por qué un sistema hidrológico transfronterizo como el de la cuenca del Jordán se ha tornado una fuente de potenciales conflictos. Su relevancia geopolítica “no se limita a la ya de por sí compleja multiplicidad de actores que beben de sus aguas y viven en sus orillas y alrededores, más bien, su gestión y las serias consecuencias políticas derivadas de aquella han suscitado preocupaciones suprarregionales, cuando no de alcance global” (Bordón, 2019, p. 3).

El agua de la cuenca es factor central de conflicto, pero también eje de los intentos de cooperación: han existido avances en materia de colaboración e intercambio de información, pero en definitiva, no existe un esquema funcional e integrado de reparto del agua, la mayoría de los problemas persisten y el unilateralismo predomina.  De esta manera, no es posible alcanzar un uso adecuado u óptimo del agua si  priman los intereses nacionalistas en la práctica. 

Israel resulta un ejemplo de esto, pues al ocupar Cisjordania y la franja de Gaza, proclamó su dominio sobre los recursos hídricos, impidiendo que la población palestina pudiera hacer uso de estos sin su autorización previa. Aunque ha establecido acuerdos de cooperación respecto al agua con Jordania, no ocurre lo mismo con Siria y los territorios palestinos, cuyos recursos hídricos siguen siendo explotados y su suministro de agua es interferido. La preponderancia económico-militar de Israel es la que le otorga la capacidad de imponer sus políticas en asuntos hídricos y hacer uso de estos recursos de manera desproporcionada, además de servirle como herramienta de presión.

El caso de Jordania, que toma un rol mediador frente a los estados árabes, ha conseguido que Israel se incline a la cooperación en algunos momentos. No obstante, el Estado judío no abandona su papel de agente hegemónico regional, aprovechando la dependencia del agua que tienen los demás actores de la cuenca para poder ejercer su influencia y presión. Así, la hidropolítica no responde a las necesidades de los actores de la cuenca, sino a un desequilibrio de poder teñido de asimetrías. Un ejemplo de estas asimetrías está en los acuíferos de la cuenca, donde “la extracción efectiva por parte palestina de los caudales de Cisjordania representa el 18% de los caudales, mientras el resto, el 82%, es extraído por Israel” (Atwi Saab, 2009, p. 46).

Sin acuerdos de cooperación, lo más probable es que el conflicto se agudice, sobre todo si tomamos en cuenta que el suministro de agua de la cuenca puede seguir disminuyendo, pero las demandas hídricas no. Si las relaciones entre los actores de la cuenca ya se encuentran deterioradas y el agua es, como vimos, un elemento de influencia y poder, ¿podemos esperar que las dinámicas que han prevalecido hasta el momento se orienten hacia un lugar de cooperación mutua o, al contrario, estamos frente a una continuidad de las dinámicas actuales? 

Conflictos hídricos

Una de las causas principales de tensiones fue el desvío del río Jordán por parte de Israel, Siria y Jordania por medio de políticas unilaterales. Algunas de estas políticas hídricas se realizaron en contraposición de los países contendientes.

En 1950, el gobierno israelí comenzó a desviar las aguas del río Jordán desde el lago Tiberíades hacia el desierto del Neguev, a través de un ambicioso plan de acueductos que supondría la disminución del caudal de riego del Jordán en su parte más baja. Los países de la Liga Arabe reaccionaron ideando un plan para desviar afluentes del cauce alto del Jordán para construir presas en los ríos Hasbani del Líbano y Baniyas de Siria, limitando la entrada de agua al Tiberíades. Este desvío amenazaba el principal suministro de agua del acueducto israelí, provocando choques entre las fuerzas israelíes y sirias en 1965. Las tensiones generadas por estos choques fueron una de las causantes de la Guerra de los Seis Días, que tendría grandes implicaciones en la repartición de las fuentes de agua de la zona.

Tras la Guerra de los Seis Días, en 1967, Israel tomó posesión del Desierto de Sinaí, Cisjordania, la Franja de Gaza y los Altos de Golán, controlando allí parte de los afluentes del Jordán y gran cantidad de manantiales y arroyos. Con la Orden Militar 92, dictada el 15 de agosto de 1967, el gobierno israelí le confería a su ejército la autoridad absoluta en todos los asuntos hídricos sobre los Territorios Palestinos Ocupados (TPO), generando gran desigualdad al acceso de este recurso por parte del pueblo palestino (Amnistía Internacional, 2009).

Por otro lado, algo que también resulta pertinente destacar sobre el aspecto conflictivo, es el hecho de que el Estado más afectado es Jordania, donde la dependencia de agua del Jordán es crucial. Según UNICEF, Jordania es uno de los países con mayor escasez de agua del mundo: “Los recursos hídricos renovables anuales de Jordania son menos de 100 m3 por persona, significativamente por debajo del umbral de 500 m3 por persona que define la grave escasez de agua.”  (UNICEF, 2019).

Durante toda su historia, el desafío más grande de dicho estado radica en cubrir la demanda de agua con unas reservas que van disminuyendo año a año. Sumada a esta problemática, la llegada de refugiados genera condiciones aún peores para una población que cada vez tiene menos acceso a este recurso en un contexto de cambio climático constante que azota a la población jordana con aumentos de temperatura y disminución de precipitaciones.

Cooperación

Aunque la cuenca del Río Jordán ocupe territorio de cinco países: 18.285 km2  distribuidos en Jordania con un 40%, Siria 37%, Israel 10%, Palestina 9% y Líbano 4%, el uso desigual de sus aguas muestra a Israel como su mayor explotador, con una extracción anual de entre 580 y 640 millones de metros cúbicos. (United Nations Economic and Social Commission for Western Asia; Bundesanstalt für Geowissenschaften und Rohstoffe, 2013)

Históricamente fueron muchos los intentos para lograr mayor cooperación en el uso de este recurso, pero fueron más los desentendimientos que los acuerdos sobre la temática debido a las tensiones y desconfianza en el tablero geopolítico regional. No obstante, cabe mencionar algunos momentos en los que se logró cierto grado de consenso.

Entre 1953 y 1957, Jordania y Siria llegaron a una serie de acuerdos sobre la planificación de sus recursos hídricos y el uso del río Yarmouk que incluirían la construcción de represas. Para esos años, Jordania también comenzaba a planear la construcción del canal de East Ghor, que correría paralelamente al río Jordán abasteciendo a la población jordana. Dentro de estos tratados también se contemplaría el Plan Bunger entre Jordania, Siria y la Agencia de la ONU para refugiados palestinos (UNRWA), en donde, se planteó la creación de embalses en Maqarin y Addasiyah, permitiendo la producción eléctrica y regadíos para desarrollar la agricultura y la facilitación del asentamiento de refugiados (Brichs, 1995).

Estados Unidos buscó mediar las tensiones entre israelíes y árabes con el Plan Johnston, entre 1953 y 1955. Así sugirió dividir el suministro de agua entre los países ribereños de la cuenca del Jordán, suponiendo un 55% para Jordania, un 36% para Israel y 9% para Siria y el Líbano. Pese a los intentos, los países de la Liga Árabe, en oposición a Israel y por desconfianza hacia Estados Unidos, no aceptaron el plan. El fin de estas negociaciones se dio tras la guerra del Sinaí, en 1956, cuyo desenlace condujo a la aplicación de políticas unilaterales: el Proyecto del Gran Yarmuk de Jordania y Siria, y el Acueducto Nacional israelí, que provocaron tensiones y llegaron a desembocar en la Guerra de los Seis Días de 1967 (Brichs, 1995).

Pese al fallo del Plan Johnston, este se volvería uno de los referentes más exitosos de cooperación, ya que los estados ribereños, durante un período, pudieron respetar la cuota de agua planteada, aunque luego iría inclinándose a un mayor uso por parte de Israel, generando desigualdades notorias con los demás países de la cuenca.

Otro antecedente de cooperación bilateral se dio entre Jordania e Israel en 1994, bajo el conocido Tratado de Paz, con el objetivo de alcanzar buenos términos entre los dos Estados. El tratado incluía en su Anexo II medidas para encarar la repartición de agua de manera pacífica, así como también la delimitación de las fronteras entre Israel y Jordania, (incluyendo aguas territoriales y el espacio aéreo). En nombre de este tratado, ambos estados pactaron repartirse el agua de los ríos Jordán y Yarmuk, así como también, sobre las aguas subterráneas llamadas Aqava/Araba. Por un lado, Israel se comprometió a transferir a Jordania 50 millones de metros cúbicos de agua por año y, por el otro, los dos acordaron ayudarse mutuamente para aliviar la escasez de agua y trabajar en conjunto para tomar medidas en materia de contaminación de los recursos hídricos, y además, trabajar en cómo minimizar el desperdicio de agua (IRI, 1995).

Otra referencia de cooperación, fue bajo el Acuerdo de Oslo II, en el año 1995 entre Israel y Palestina. Según el artículo 40 del acuerdo, Israel reconoce el derecho del agua solamente en la zona de Cisjordania (Water Inventory, cap. 6). Pero según el acuerdo de Oslo, que divide la jurisdicción de Israel y la Autoridad Palestina sobre Cisjordania, en tres áreas, Israel controlaría el área C que representa el 72,2% de Cisjordania. De esta manera, Israel controlaría directamente la mayor parte de los ricos recursos hídricos que tiene el territorio de Cisjordania. 

La arbitraria determinación de distribución y administración hídrica que controla Israel, se encuentra produciendo no solo graves limitaciones a la población palestina, a su bienestar y salud, sino que también acecha al desarrollo de su ecosistema. 

Para Israel, controlar la zona de Cisjordania es un objetivo estratégico, ya que dispone de reservas de agua de gran calidad que abastecen a sus grandes ciudades, y es utilizada mayormente para la agricultura de riego. Por ello, desarrollar un espacio de cooperación justo y equitativo no será materia fácil a resolver considerando el histórico e hidropolítico conflicto entre Israel y Palestina, pero los antecedentes presentados demuestran que existe un espacio para que esta cooperación tenga lugar.

Conclusiones

La cuenca transfronteriza del río Jordán ocupa una zona de suma importancia estratégica, militar y política. Su limitado caudal debe cumplir así la función de satisfacer las demandas de la población, la agricultura y las industrias a costa de su deterioro. Sumado a estas contingencias, está el hecho de que la misma sea pensada por sus actores en clave de geopolítica y en elemento de presión entre quienes la comparten. De esta forma, el agua, se convierte en la fuente central del conflicto desde la propia formación de los Estados.  Sin embargo, a pesar de que el conflicto caracteriza a dichos Estados, se debería hacer énfasis en velar por la protección de la cuenca, construyendo un espacio de diálogo que genere un compromiso en el tiempo. No obstante, es de destacar el rol de Israel, siendo uno de los actores que mayor provecho saca de la cuenca, debería comprometerse a un mayor diálogo y acercamiento, ya que sus políticas de control y presión impiden que el resto de los actores tengan un acceso justo a los recursos hídricos.

El acelerado cambio climático (reflejado en el desgaste que sufre el Mar Muerto), el uso desmedido de la cuenca y el correcto abastecimiento de la población también deberían ser el foco de las negociaciones en una región donde la satisfacción de las necesidades básicas no están cubiertas. El agua es un recurso fundamental y debe asegurarse su acceso a todas las personas, independientemente de los conflictos políticos que puedan existir.

 

Bibliografía

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Water Inventory. Inventario de Recursos Hídricos compartidos en Asia occidental. Cuenca del Rio Jordán, Capítulo 6, año 2013.  http://waterinventory.org/surface_water/jordan-river-basin.  

 

*Ailén Soto, estudiante avanzada de Relaciones Internacionales en Universidad del Salvador (USAL), Argentina

**Joana Valdez, estudiante avanzada de Relaciones Internacionales Universidad de Salta, Argentina 

*** Agustina Rodriguez Schol, Licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad de la República, Uruguay.

**** Tomás Taboada Cardoso, estudiante avanzado de Relaciones Internacionales en Universidad Siglo 21, Argentina.