Por Kathleen Gomes Vieira, estudiante de posgrado en Estrategia de Relaciones Internacionales, Universidad Federal de Rio Grande del Sur, Brasil.
Cita sugerida: Vieira, Kathleen. (2024). Presencia de China en América Latina: Influencia Política a Través de la Tecnología. Centro de Estudios Estratégicos de Relaciones Internacionales. URL: https://www.ceeriglobal.org/wp-content/uploads/2024/11/API-PDF-2.pdf
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Tras la victoria del Partido Comunista Chino en la Guerra Civil contra el Kuomintang (KMT), Mao Zedong proclamó la República Popular China en 1949, estableciendo un gobierno socialista. De acuerdo con Shu Sheng (2012), el enfoque para el crecimiento del Estado chino, fue la industrialización agrícola y el desarrollo de infraestructuras, con el apoyo de la Unión Soviética. Sin embargo, en los años 1960, con el aumento del poder militar de la URSS, Mao, sintiendo una amenaza a la seguridad del país, se distanció del gobierno soviético y se acercó estratégicamente a Estados Unidos.
De esta manera, China buscó mecanismos para el fortalecimiento de la defensa del país, entre ellos, la utilización del propio capitalismo para que se produjera este cambio. La modificación económica en el país fue posteriormente consolidada por el gobierno de Deng Xiaoping, quien creía que el desarrollo de China debía estar siempre al servicio de su política de defensa (Fan, 2013). Así, Deng buscó implementar el llamado «socialismo de mercado», que implicaba la modernización de la economía china y una mayor proximidad con el mercado global (Pini, 2015).
El socialismo de mercado trajo un enfoque más pragmático que ideológico, combinando elementos de la economía de mercado con el control estatal. Así, suponía que las «políticas macroeconómica, industrial, comercial, de ciencia y tecnología, de defensa, deben estar al servicio de la gran estrategia social y nacional, y de la lucha por la conquista o reconquista de una posición internacional autónoma y preeminente» (Cintra; Pinto, 2017).
A la vista de esto, las reformas económicas de Deng Xiaoping permitieron a China atraer Inversiones Extranjeras Directas (IED), creando un entorno favorable para las empresas internacionales. Uno de los mecanismos utilizados para atraer IED fue la creación de Zonas Económicas Especiales (ZEE), especialmente la de Shenzhen, lo que facilitó el establecimiento de empresas estadounidenses, principalmente de tecnología, en su territorio (Liang, 1999).
Según Lau, Lee y Too (2021), en ese momento, Shenzhen era una pequeña aldea, pero su ubicación estratégica al norte de Hong Kong ayudó a convertirla en un importante centro logístico, turístico y financiero. En 1981, Shenzhen atrajo más del 50% de la inversión extranjera directa (IED) total de China, y en 1984, las cuatro zonas económicas especiales representaron el 26% del IED total del país. Sin embargo, esta dinámica solo fue posible a través de la modalidad «Joint Ventures», un acuerdo entre dos empresas para realizar una actividad conjuntamente, lo que facilitó la transferencia de tecnología y el crecimiento del sector industrial chino.
A partir de acuerdos estratégicos, empresas tecnológicas chinas como Huawei, Tencent y Alibaba crecieron significativamente, adoptando prácticas de empresas americanas y emergiendo como actores globales. Esto impulsó la alta tecnología de China, lo que aumentó su PIB y fortaleció su posición política frente a las principales economías. Bajo el liderazgo de Xi Jinping, China rescató preceptos ideológicos y expandió su influencia global a través del proyecto Cinturón y Ruta, que promovió inversiones en infraestructura en diversos países.
El Cinturón y Ruta trajo una repercusión más política para el Estado chino, que anteriormente tenía la prerrogativa de no interferencia y priorización de cuestiones político-económicas internas del país, para iniciar un movimiento hacia los países del hemisferio sur, destacando América Latina. En una década, el comercio entre China y América Latina aumentó significativamente, impulsado por diversos acuerdos y proyectos clave en sectores esenciales.
Según un informe publicado por Diálogo Interamericano (2024), los chinos invirtieron alrededor de US$ 187.5 mil millones en América Latina y el Caribe entre 2003 y 2022, en proyectos como la instalación de una planta de vehículos eléctricos de BYD en Brasil, la adquisición de activos de litio en Chile por Tianqi Lithium, y la expansión de empresas chinas como Huawei en centros de datos, computación en la nube y tecnología 5G.
Empresas como Huawei y ZTE han invertido en infraestructura de telecomunicaciones y tecnología, contribuyendo a la modernización de las redes de comunicación en América Latina. Estas inversiones no solo mejoraron la cobertura de internet en áreas remotas, sino que también ofrecieron tecnología avanzada a precios competitivos, permitiendo que los países de la región accedieran a equipos modernos sin grandes costos. Además, la instalación y mantenimiento de tecnologías chinas crearon empleos directos e indirectos, mientras que los programas de capacitación han ayudado en el desarrollo de habilidades tecnológicas locales.
Cabe destacar la inversión de estas empresas chinas, a partir de 2015, en redes 5G en la región, con el objetivo de ofrecer soluciones avanzadas de infraestructura para modernizar las redes digitales y expandir la influencia global china. La adopción del 5G trajo beneficios significativos para los países latinoamericanos, acelerando el desarrollo tecnológico y económico, mejorando la conectividad y facilitando avances en áreas como la salud y la educación.
No obstante, esta entrada china en América Latina desencadenó dos situaciones: (i) política, donde su inserción reduce la dependencia de los países latinoamericanos de los mercados tecnológicos tradicionales, como el de EE.UU.; y (ii) económica, ocasionada por la intensificación de la competencia con las empresas occidentales.
Analizando el aspecto político, se observa que la creciente presencia de China intensificó las narrativas ideológicas que habían ido creciendo en América Latina en los últimos años, principalmente caracterizadas por movimientos como la Onda Rosa – crecimiento de la izquierda en América Latina – que facilitaron la entrada de estas inversiones en la región, resultando en una acción posterior de EE.UU., principalmente en 2019 durante el gobierno de Donald Trump.
Entre estas acciones, es posible ejemplificar las sanciones impuestas a Huawei, bajo la justificación de que la empresa sería utilizada para espionaje en nombre del gobierno chino, lo que llevó a algunos países y empresas en América Latina a la necesidad de revisar o interrumpir contratos con Huawei, además de enfrentar la presión de EE.UU. para retirar a la empresa china de sus redes 5G. Esta situación, entre otras, intensificó aún más las disputas regionales en América Latina, haciéndola más polarizada desde una perspectiva ideológica, lo que resultó en divergencias internas y discusiones sobre la protección de datos.
Otro momento notable en relación con la competencia empresarial fue el posicionamiento de la empresa Tesla, que incentivó acciones de EE.UU. para impedir la expansión de BYD en América Latina, especialmente en México, un país que comparte frontera con Estados Unidos. Bajo presión, México se negó a ofrecer incentivos, terrenos públicos de bajo costo o recortes de impuestos para inversiones en la producción de vehículos eléctricos, e incluso suspendió cualquier relación futura con la empresa china.
Asimismo, el Ministerio de Industria y Tecnologías de la Información de China, junto con el Ministerio TIC de Colombia, han establecido un convenio de entendimiento con el fin de fortalecer la colaboración en áreas tales como la conectividad, la inteligencia artificial y la economía digital. Este acuerdo fortalece la colaboración entre China y Colombia, destacando la participación china en importantes proyectos de infraestructura como la Primera Línea del Metro de Bogotá y la modernización de redes y puertos. Empresas chinas como Huawei y ZTE apoyan el desarrollo de redes 4G, mientras que la cooperación se extiende a la educación, la innovación y las ciudades inteligentes. (CEERI, 2024).
CONSIDERACIONES FINALES
El uso de la tecnología, especialmente a través de la implementación de redes 5G, se ha revelado como una herramienta estratégica crucial para que China expanda su influencia en América Latina. Al ofrecer soluciones avanzadas de telecomunicaciones e invertir fuertemente en infraestructura digital, China no solo moderniza las redes de telecomunicaciones en la región, sino que también consolida su presencia económica y geopolítica.
Además, el 5G, con sus beneficios significativos para el desarrollo tecnológico y económico, fortalece la posición de China como un actor clave en el escenario latinoamericano, al mismo tiempo que genera preocupaciones sobre la seguridad y la influencia geopolítica. Estas inversiones permiten que China establezca asociaciones profundas y duraderas con los países latinoamericanos, creando una dependencia tecnológica que puede influir en las decisiones políticas y económicas de estos países.
De esta manera, la tecnología no es solo un medio de modernización, sino también un medio de poder e influencia. A medida que los países de América Latina avanzan en su digitalización, la presencia china sigue creciendo, a pesar de los bloqueos comerciales impuestos por Estados Unidos. Esto demuestra el papel estratégico de la tecnología en las relaciones internacionales y en el desarrollo global.