Por: Federico Verly. Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad del Salvador. Magíster en Defensa Nacional por la Universidad de la Defensa. Becario de la Yenching Academy, Peking University. Actualmente vive en China.

 

Hace casi doscientos años Napoleón afirmaba “Cuando China despierte, el mundo temblará”. La última década ha evidenciado el despertar del gigante, por lo que la pregunta se erige imponente: ¿Es momento de temblar?

Inmiscuirse en los avatares de ese interrogante lleva a cuestionar no sólo la concepción que el país asiático tiene del sistema internacional sino también los procesos a través de los cuáles materializa esa visión en acciones concretas de política exterior. Lejos de pretender ser un estudio exhaustivo acerca de la construcción de la política exterior de China este breve artículo procura aportar tres dimensiones que facilitan su explicación.

En primer lugar, la política exterior de China se enmarca dentro de una narrativa histórica particular que la forma y justifica. Garver (1993), en este sentido, señala tres componentes esenciales. Primeramente, los 100 años de humillación de China tras la Primera Guerra del Opio en 1839 hasta el triunfo de la Revolución Comunista, marcados por el pago de indemnizaciones, la reducción de tarifas, la pérdida de territorio y la cesión de jurisdicción extraterritorial. En este marco, el Partido Comunista emerge como el actor que ha recuperado el orgullo de la nación oponiéndose a los invasores extranjeros (Wang, 2008). En segundo término, esta narrativa se ve complementada con un sentimiento de superioridad cultural basado en la extensión temporal de la civilización china, con alrededor de 3000 años de historia. Desde estas dos vertientes se funda el tercer elemento, el nacionalismo, traducido en la restauración de China como centro del mundo.

En segundo lugar, es preciso destacar las limitaciones estructurales dentro de las cuáles se desenvuelve la política exterior. La distribución de poder a nivel global constriñe las posibilidades de acción de cualquier Estado, por lo que su posición dentro del sistema internacional clarifica su conducta sin importar sus características internas (Waltz, 1979). China no es ajena a estas restricciones estructurales y sus grandes estrategias pueden ser parcialmente explicadas desde esta perspectiva. (Cheng & Zhang; Chen & Wang 2011). Sin embargo, la posibilidad de promover posturas diversas dentro del misma distribución bipolar durante la Guerra Fría invita a reflexionar sobre los limitados efectos estructurales. Su poder relativo basado en la economía, el poderío militar, el territorio, la población y la ubicación geográfica parecieran reducir las limitaciones del sistema internacional.

En tercer lugar, es menester señalar la centralidad del proceso de toma de decisiones en política exterior. Existe un acuerdo dentro de la academia acerca del rol del líder, especialmente analizando el papel desempeñado por Mao Zedong durante su administración. Su personalidad y las características de su liderazgo son resaltadas como dimensiones esenciales para explicar las estrategias de política exterior. Este mismo aspecto, a su vez, es identificable en el gobierno de Deng Xiaoping, sucesor de Mao Zedong (Ning, 1998).

El período de apertura económica y reformas ha impulsado el debate acerca de la preeminencia de esta característica, debido a la diversificación y burocratización de la política exterior, teniendo que lidiar con novedosos asuntos que requieren especialidad técnica. Esta nueva singularidad se ha visto reflejada en la necesidad de delegar poder de decisión en otras personas, limitando la centralidad del líder. Los casos de Jiang Zemin y Hu Jintao parecieran reflejar esta particularidad (Ning, 2001; Miller, 2008; Lai & Kang, 2014).

Sin embargo, la llegada de Xi Jinping ha vuelto a poner el foco en el rol del líder en la definición de la política exterior. La proposición de una “diplomacia de país principal” junto con la activa participación de Xi Jinping a nivel internacional derivando en el análisis de una “política exterior china con características de Xi Jinping” y su acumulación de poder en la estructura doméstica han reavivado el debate sobre la centralidad del líder (Tao, 2017; Wang, 2018). Así, si bien es pertinente el estudio de las burocracias en las decisiones cotidianas, las definiciones relevantes recaen en manos del actor con mayor poder dentro del Partido Comunista.

Del mismo modo, este punto hace necesario profundizar los estudios sobre la personalidad del líder. Si la estructura doméstica aún es centralizada, los diferentes perfiles de política exterior podrían responder a las distintas personalidades y peculiaridades personales. Así, las administraciones con mayor delegación podrían explicar a través de las características de Jiang Zemin y Hu Jintao más que por el proceso de diversificación de las relaciones exteriores (Zhang, 2014).

Más allá de estas dimensiones esenciales, existen otras tres variables destacadas por los académicos. En primer término, el rol del Ejército Popular de Liberación, aunque existe evidencia para considerar que aún responde al Partido Comunista. En segundo término, la importancia de las burocracias. No obstante, como fue descripto anteriormente, la centralidad sigue siendo la mayor característica del proceso de toma de decisiones. En tercer término, otros autores destacan el rol de los medios y la opinión pública, si bien estos se hayan limitado por la censura y el control estatal.

En conclusión, tres características se destacan dentro del proceso de construcción de la política exterior china. En primer lugar, la importancia de la historia y la construcción de una narrativa histórica alrededor de los 100 años de humillación, acompañadas del nacionalismo. En segundo término, los limitantes estructurales dentro de los cuáles se desenvuelve el estado, reduciendo sus opciones estratégicas. En tercer lugar, la preeminencia del líder y su personalidad a partir de la centralidad en la estructura doméstica.

 

Fuentes

Braybrooke, D., & Lindblom, C. (1963). A strategy of decision. New York: The Free Press.

Chen, D., & Wang, J. (2011). Lying Low No More: China’s New Thinking on the Tao Guang Yang Hui Strategy. China: an International Journal, 195- 216.

Cheng, J. Y.-S., & Zhang, F. W. Chinese Foreign Relation Strategies Under Mao and Deng: A Systematic and Comparative Analysis.

Garver, J. (1993). Foreign Relations ofthe People s Republic ofChina. Englewood Cliffs: Prentice Hall.

Lai, H., & Kang, S.-J. (2014). Domestic Bureaucratic Politics and Chinese Foreign Policy. Journal ofContemporary China, 294-313.

Miller, A. (2008). The CCP Central Committee’s Leading Small Groups. China Leadership Monitor, l-21.

Miller, C. (2000). Influencia sin poder. el desafio argentino ante los foros internacionales. Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano.

Nan, L. (2015). Top Leaders and the PLA: The Different Sty les of Jiang, Hu, and Xi. En P. Saunders, & A. Scobell, PLA Influence on China’s National Security Decision-making (p. 120-140). Stanford : Stanford University Press.

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Ning, L. (1998). The Dynamics of Foreign-Policy Decision-making in China. Boulder: Westview.

Ning, L. (2001). The Central Leadership, Supraministry Coordinating Bodies, State Council Ministries, and the Party Department. En D. Lampton, The Making of Chinese Foreign and Security Policy in the Era of Reform (p. 39-60). Stanford : Stanford University Press.

Tao, X. (2017). Chinese Foreign Policy With Xi Jinping Characteristics. Carnegie Endowment for International Peace.

Waltz, K. (1979). Teoría de la política internacional. Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano.

Wang, J. (2018). Xi Jinping’s ‘Major Country Diplomacy:’ A Paradigm shift? Journal of Contemporary China, 1-16.

Wang, Z. (2008). National Humiliation, History Education, and the Politics of Historical Memory: Patriotic Education Campaign in China. International Studies Quarterly, 783–806.

Zhang, Q. (2014). Towards an Integrated Theory of Chinese Foreign Policy: bringing leadership personality back in. Journal of Contemporary China, 1-21.

Zhao, Y. (2008). Reconfiguring party-state power: Market reforms, communication and control in the digital age. New York: Rowman & Littlefield.