Hace un puñado de días Serbia apareció en los diarios sudamericanos, pero no por conflictos como en los 90s. La noticia fue que su Primer Ministra, Ana Brnabić, tuvo un hijo. No sería relevante si no fuera porque Brnabić es lesbiana, la quinta mandataria a nivel mundial abiertamente homosexual y la primera en un país en vías de desarrollo. Quizás el punto más interesante es que Serbia es un país notablemente conservador y particularmente homofóbico.

En 2015, la ONG National Democratic Institute (NDI) realizó la primera encuesta relativa a población LGBT en los Balcanes. En el caso de Serbia, el 41% consideró a las minorías sexuales como el sector social más discriminado. Más del 70% de las personas LGBT en Serbia afirmaron haber estado expuestas a violencia psicológica y acoso. En caso de tener un hijo o hija LGBT, tan sólo el 12% de los serbios lo/la apoyaría completamente, mientras que el 48% buscaría una “cura”. Por otro lado, el 26% dejaría de comunicarse con sus vecinos si supiera que son homosexuales. Por si esto fuera poco, el 64% de los serbios afirmaron que no votarían a un partido que apoyara y promoviera los derechos de los ciudadanos LGBT (NDI, 2015).

El último informe de Human Rights Watch (2018) destaca que, entre agosto de 2016 y agosto de 2017, se registraron 79 incidentes contra personas LGBT, “incluidos nueve ataques físicos, 12 amenazas y 56 casos de incitación al odio, principalmente en las redes sociales”. Por otro lado, el reporte “Ser LGBTI en Europa Oriental”, publicado por el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas (Kumwenda, 2017), afirma que, si bien las leyes antidiscriminación aplicadas en Serbia desde 2009 han sido positivas, las lagunas legales dejan puntos sin regular y a la población LGBT desprotegida. Específicamente el informe destaca la falta de regulación respecto a las personas trans y a la unión legal de parejas del mismo sexo. La Constitución Nacional de Serbia prohíbe explícitamente el matrimonio entre personas del mismo sexo desde 2006.

Brnabić asumió como Ministra de Administración Pública y Autonomía Local en 2016 y se convirtió en la primer persona abiertamente homosexual en ocupar un cargo público en Serbia. Đan (2017) señala que el nombramiento de Brnabić pudo ayudar a visibilizar a los grupos LGBT y a que disminuyera la estereotipación, pero también aclara que fue el por entonces primer ministro Aleksandar Vučić y no la propia Brnabić quien decidió presentarla públicamente como homosexual.

Vučić, líder del Partido Progresista Serbio (SNS) y máxima figura política del país desde 2012, decidió postularse a la presidencia en 2017. Tras un triunfo abrumador pero nada sorpresivo (obtuvo casi 40% más que el segundo), propuso al Parlamento la postulación de Brnabić. Sabía que cualquier persona que él nominara sería elegida Primer Ministro. Cabe entonces preguntarse por qué la eligió a ella.

Para Slootmaeckers (2017) la asunción de Brnabić no representa más que una continuación de las políticas estratégicas de Vučić en favor de la europeización de Serbia: “desde este punto de vista, las problemáticas LGBT se utilizan para hablarle a la autoproclamada LGBT friendly Unión Europea sin tener que lidiar con estas cuestiones a nivel nacional”. El autor agrega que la ley antidiscriminación de 2009 se adoptó en el marco del proceso de liberalización de visas con la Unión Europea. Por otro lado, Brnabić es una economista formada en la Universidad de Hull, una gestora ortodoxa que cumple con las políticas económicas que promueve el SNS.

Stefan Šparavalo, coordinador de relaciones públicas del comité organizador de la Marcha del Orgullo, coincide y opina que Brnabić puede ayudar a la comunidad en términos de visibilidad, pero agrega que buena parte de las motivaciones para escogerla están relacionadas con presentar a Serbia como un país progresista (Simić, 2017). Al asumir como Ministra en 2016, Brnabić aclaró que no formaba parte del gobierno para ser una “defensora de la comunidad LGBT”. (Anastasijević, 2017)

El activista por los derechos LGBT en los Balcanes Alex Cooper (2017) destaca que Brnabić públicamente insiste en que Serbia no es un país conservador ni homofóbico, que los grupos intolerantes son tan sólo una minoría ruidosa y que, en todo caso, el problema no es la intolerancia sino el desempleo y la falta de recursos. En ese sentido, las palabras de la Primer Ministra no harían más que minimizar un problema grave que atraviesa al país, invisibilizando o al menos restando importancia a la discriminación permanente que existe en Serbia. También resalta que Brnabić estudió en el extranjero (Estados Unidos e Inglaterra) y trabajó para compañías estadounidenses, por lo cual no tiene el mismo contacto con la vida social serbia que otros homosexuales. En otras palabras, para Cooper Brnabić no representa un paso hacia adelante sino más bien todo lo contrario.

Durante su mandato Brnabić ha huido de cualquier debate que la ate a promover los derechos LGBT, aunque ha participado en tres ocasiones de la Marcha del Orgullo, convirtiéndose en la primera jefa de gobierno en hacerlo. Este no es un hecho despreciable, más aún considerando cuántas veces se ha cancelado el evento por hechos violentos o amenazas.

Que no oculte su orientación sexual y aún así haya alcanzado el puesto de Primer Ministra también debe verse como algo positivo, como una forma de visibilizar a un grupo tan atacado y discriminado y también como una forma de romper con los estereotipos negativos que existen respecto a este grupo. Por otro lado, no debe olvidarse que en 2016 la Unión Europea expresamente llamó a Serbia a hacer más para ayudar a las minorías, incluyendo a la población roma, discapacitados y a la comunidad LGBT. Ese mismo año Brnabić se unió al gobierno y un año más tarde se convirtió en Primera Ministra.

Su nombramiento constituyó un paso adelante para los ciudadanos LGBT de Serbia, pero este es un paso muy escueto considerando que las dos figuras principales de la política local, el Presidente y la Primer Ministra, le han restado importancia al asunto. Es un hecho muy llamativo a nivel internacional, digno de aparecer en medios occidentales que jamás se han interesado en la política serbia, pero poco relevante a nivel local.

La influencia del nacionalismo, la religión y la derecha podrían chocar contra Brnabić si decidiera promover los derechos sociales de minorías sexuales. Aunque el SNS cuenta al día de hoy con el suficiente capital político como para al menos plantear estos temas, sería una apuesta demasiado cara para Vučić y es poco probable que ocurra. Entonces los distintos grupos y activistas sociales no deben tomar esto como un gran triunfo ni como un punto de quiebre, especialmente considerando que Brnabić no alcanzó el cargo mediante el voto popular. Más bien deben considerar a esta situación como un desafío que los lleve a plantear nuevas estrategias para luchar contra la continua discriminación en un escenario que, a fin de cuentas, no ha cambiado demasiado.

Autor: Ignacio Hutin, periodista especializado en la región eurasiática.