Por Valentina Alaniz Martinez, estudiante de Relaciones Internacionales y Ciencia Política, Universidad de Palermo, Argentina.

Cita sugerida: Alaniz Martinez, M.V. (12 de abril de 2024). El Crimen Organizado Como Una Amenaza Local de Impacto Internacional [Columna de opinión]. Centro de Estudios Estratégicos de Relaciones Internacionales. URL: https://www.ceeriglobal.org/el-crimen-organizado-como-una-amenaza-local-de-impacto-internacional/

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El crimen organizado, con su compleja red de  operaciones ilícitas, representa una amenaza cada vez más significativa en el ámbito de las relaciones internacionales, afectando no solo la seguridad interna de los Estados, sino también la estabilidad regional y global. Al explorar el panorama internacional, se evidencia la presencia de una diversidad de actores, que van desde Estados soberanos y organizaciones internacionales como la ONU(Organización de las Naciones Unidas) hasta empresas multinacionales con intereses transnacionales. Sin embargo, entre estos actores, se destacan los grupos criminales organizados, cuyo poder paralelo desafía la autoridad estatal a través de la violencia, la corrupción y la infiltración en instituciones clave.

Estos grupos del crimen organizado han evolucionado considerablemente en su alcance y sofisticación, expandiendo sus operaciones más allá de las fronteras nacionales y estableciendo redes transnacionales que abarcan múltiples países y regiones. Su capacidad para adaptarse a los cambios en el entorno geopolítico y tecnológico les ha permitido mantenerse a la vanguardia de las actividades ilegales, desde el tráfico de drogas y armas hasta la trata de personas y el ciberdelito. Esta flexibilidad y adaptabilidad los convierten en actores formidables en el escenario internacional, capaces de desafiar la autoridad estatal y socavar los esfuerzos de cooperación internacional para combatir la delincuencia transnacional.

El impacto del crimen organizado en la economía mundial es significativo y multifacético. Estas organizaciones ilegales no solo generan enormes ganancias a través de actividades como el tráfico de drogas, la trata de personas y el contrabando de armas, sino que también infiltran sectores legítimos de la economía, como el comercio internacional, la banca y las inversiones. Esta infiltración no solo distorsiona los mercados y fomenta la competencia desleal, sino que también socava la confianza de los inversores y debilita la integridad del sistema financiero global. Además, el crimen organizado puede crear condiciones adversas para el crecimiento económico y el desarrollo al socavar la gobernanza, erosionar el estado de derecho y obstaculizar la inversión y el comercio legítimos. En última instancia, el impacto económico del crimen organizado no se limita a los países donde operan estas organizaciones, sino que tiene ramificaciones que se extienden a nivel mundial, afectando la estabilidad y el crecimiento económico en todo el mundo.

Un ejemplo destacado de esta dinámica es la prolongada guerra contra el narcotráfico en México. Desde diciembre de 2006, el gobierno mexicano ha estado librando una lucha desesperada contra los poderosos carteles de la droga, cuyas operaciones ilegales han corrompido instituciones estatales, desencadenado niveles alarmantes de violencia y socavado la confianza pública en el Estado de derecho. Esta confrontación ha puesto de relieve la capacidad de los grupos criminales para desafiar abiertamente al Estado y someter a la población a su voluntad a través del terror y la coerción. Además, la ubicación geográfica estratégica de México como puente entre América del Norte y del Sur lo convierte en un corredor crucial para el tráfico de drogas hacia los Estados Unidos, lo que agrega una dimensión internacional a este conflicto.

Otro ejemplo que ilustra la influencia devastadora del crimen organizado es el de Haití, un país que ha sido objeto de una larga historia de inestabilidad política y social. El asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021 desencadenó una crisis aún más profunda, exacerbada por la presencia de pandillas que operan con impunidad y que, en un acto de desafío directo al gobierno, liberaron a presos y amenazaron con derrocar al régimen de Ariel Henry. Estos acontecimientos ponen de manifiesto cómo las organizaciones criminales pueden aprovechar la debilidad institucional y la falta de gobernanza para imponer su propia agenda y desestabilizar un país entero.

La influencia del crimen organizado trasciende las fronteras nacionales y plantea desafíos que requieren respuestas colectivas a nivel internacional. En un mundo cada vez más interconectado, donde las amenazas no conocen límites geográficos, la cooperación entre países se vuelve esencial para contrarrestar la expansión y el impacto de estas organizaciones criminales. Las actividades ilícitas, como el tráfico de drogas, la trata de personas y el lavado de dinero, se han vuelto cada vez más sofisticadas y transnacionales, lo que hace necesario un enfoque coordinado y multifacético para combatirlas eficazmente.

El ejemplo del Darién, una densa selva que sirve como corredor para el narcotráfico y la migración ilegal entre Colombia y Panamá, ilustra claramente cómo el crimen organizado aprovecha las condiciones geográficas y sociales para operar en regiones remotas y desafiantes. Esta zona ha sido testigo de enfrentamientos violentos entre bandas rivales, así como de actividades delictivas como el tráfico de drogas y la trata de personas, generando inestabilidad y conflictos que trascienden las fronteras nacionales y requieren una respuesta internacional coordinada y enérgica.

Esta es una columna de opinión.

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