Por: Alicia Gabriela Cortéz, Ana Rubidia Henríquez, Maria Elena Arcia y Gabriela Eunice Umaña

El #28F -como popularmente se denominaron las elecciones legislativas y municipales del 2021 en El Salvador- la población salvadoreña dio un salto de fe; el más caro desde 1992 en El Salvador. Para comprender la complejidad de los recientes hechos protagonizados por la sociedad salvadoreña, es necesario comprender el contexto en que se encontraba inmerso el pueblo salvadoreño, iniciando por conocer la trayectoria política de su dirigente actual.

Contextualización

La incursión de Nayib Bukele en la política, inició gracias al partido político Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), gracias a que gobernó como alcalde de Nuevo Cuscatlán y, posteriormente, la Alcaldía de San Salvador. En ambas gestiones se dio a conocer como un eficaz gestor y capaz, ya que logró recuperar el centro histórico de la capital, que durante muchos años fue considerado una de las zonas más peligrosas del país. Sin embargo, su partido, el FMLN no pensaba en él como candidato presidencial, por lo que inició cuestionándolo y terminó enfrentándolo, decisión que le costó la expulsión del mismo en 2017.

Su ambición por ser el candidato a la presidencia lo llevó a crear un nuevo partido político, al que denominó Nuevas Ideas (NI), pero al no cumplir con los requisitos de ley, le fue imposible lanzarse como candidato presidencial a través de él. Sin embargo, se inscribió al partido Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), un partido cuestionado y cuyo líder fundador, Elías Antonio Saca, se encuentra actualmente en una de las prisiones de máxima seguridad. Este partido le proporcionó el registro electoral que necesitaba para correr por las presidenciales, hasta que posteriormente pudo formalizar legalmente su partido Nuevas Ideas. Su perfil, de rebelde e idealista, logró conquistar la simpatía de los y las votantes jóvenes, y con base en esto, tomó medidas que engraciaban aún más a su persona, proyectando ante la población el perfil de un joven sencillo, empático y sobre todo cercano al pueblo. En 2019, al ganar las elecciones presindenciales, Bukele rompió con casi tres décadas de bipartidismo entre la derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y el partido de izquierda FMLN, ya que con su discurso en contra de la tradicional clase política, capitalizó el descontento ciudadano de ambos bandos y logró hacerse del voto de la mayoría de la población salvadoreña.

Novedad del fenómeno Bukele y el gane

Su gobierno se ha caracterizado -entre otras cosas- por tener el presupuesto más alto en publicidad y apoyarse en gran medida en las redes sociales, prueba de ello ha sido la actualización exhaustiva de las cuentas oficiales de los distintos ministerios y demás instituciones públicas principalmente a través de Twitter.

Adicionalmente, la proyección de su imagen ha sido referente a un presidente joven, cercano con la población, ajeno a las formalidades hasta en su código de vestimenta, propio de la juventud salvadoreña ante eventos oficiales o cadenas nacionales. Su continuo discurso sobre los popularmente denominados los “mismos de siempre” permitió crear la figura de un enemigo en común con la población al referirse a las antiguas fuerzas políticas del país, a fin de culparlos sobre los problemas estructurales que tanto aquejan a la población salvadoreña.

Este fue el elemento disruptivo de su campaña, una campaña sin precedentes en que su figura como un funcionario que combatirá a la corrupción ha sido la constante de la propaganda del partido Nuevas Ideas, cuya extensión sobrepasó incluso el periodo de silencio electoral. Su partido político, más allá de acuñar un discurso ideológico, fue adoptado por la población como la oferta electoral que materializaba el castigo a la clase política tradicional.

En 2021, esta retórica se convirtió en su slogan de campaña para convencer a la población de votar por su partido y lograr la denominada “Operación 2021” que consistía en hacerse de mayoría calificada en la Asamblea Legislativa, con el objetivo de eliminar el sistema de pesos y contrapesos entre ambos poderes del Estado, objetivo que se materializó en las elecciones acaecidas el pasado 28 de febrero, marcando un hito histórico al conceder a un solo partido 56 diputados para la Asamblea Legislativa, una cantidad que permite realizar reformas constitucionales, elegir funcionarios públicos como el Fiscal General de la República, el Procurador General de la República, el Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos, la Corte Suprema de Justicia, los magistrados del Tribunal Supremo Electoral y el Consejo Nacional de Judicatura. Bajo la misma línea, también alcanzaría una mayoría calificada, gracias los curules obtenidos por su partido aliado GANA, con lo que podría suspender garantías constitucionales, reformar la ley de integración monetaria para desdolarizar la economía, autorizar la nacionalización del sistema de pensiones, aprobar la emisión de deuda, licitaciones y concesiones de carácter público. Reduciendo a la oposición a una minoría que será incapaz de influir en las decisiones legislativas.

Incertidumbre de los posibles escenarios y conclusiones

Partiendo de ello, El Salvador se enfrenta a posibles escenarios que, en base a sucesos anteriores, permiten realizar suposiciones que no son precisamente positivas, pues desde que llegó a la presidencia, y principalmente luego del conocido 9F -suceso bautizado por la actual Asamblea Legislativa como un intento de golpe de Estado tras la militarización del Congreso- Bukele ha mostrado rasgos importantes de autoritarismo, ha excedido sus potestades, ignorando muchos de los controles impuestos por el legislativo, ha violado las leyes y sobre todo de la Carta Magna que juró defender. Pronto, el sistema ineficaz de pesos y contrapesos, al ser acreedor del poder absoluto, pone en riesgo la institucionalidad y el Estado de Derecho en el país.

Por otro lado, diversas organizaciones de derechos humanos han prestado atención a El Salvador, debido a que las medidas tomadas para contener la propagación de la pandemia derivaron en una gran cantidad de vulneraciones. Además, con la politización de las acciones de la Fuerza Armada y la Policía Nacional Civil, se llevaron a cabo tácticas represivas y abusos avalados por el Presidente, generando un retroceso en las ya violentas realidades del país. Cabe mencionar, que este nuevo realce a las Fuerzas Armadas de El Salvador ha llegado al punto en que el Ministro de Defensa expresó públicamente su deseo de que la institución obtenga un rol político, solicitud que podría hacerse realidad ante la inminente Reforma Constitucional en que, además, se ha propuesto el servicio militar obligatorio.

En adición a ello, la libertad de expresión y libertad de prensa, se ven en grave riesgo puesto que, además, el oficialismo ha atacado constantemente a la prensa crítica, provocando hostigamientos y amenazas para el personal periodístico. La gravedad de la situación dio como resultado que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) otorgara medidas cautelares para 34 miembros del periódico El Faro, -que ha revelado casos de corrupción- debido a que encontró suficientes indicios de que los derechos del personal están en riesgo.

Además, ahora con sus 56 votos, esta Asamblea Legislativa puede ratificar la emisión de más deuda, lo que significa un mayor déficit fiscal. En 2020, durante la pandemia, el Gobierno agregó 3.000 millones de dólares a la deuda pública que ya supera el 90% del PIB, con dicho préstamo, el Ministerio de Hacienda se comprometió a llevar a cabo las recomendaciones del FMI de incrementar el IVA y los impuestos a combustibles. Consecuentemente, aumentará la pobreza con una población cuyo salario mínimo es insuficiente para adquirir la canasta básica. El Gobierno de Bukele urge de aprobar una reestructuración de los plazos de la deuda pública, y aprobar la colocación de bonos en el mercado internacional para financiar gastos del presupuesto. Además, tiene en sus manos modificar la Ley de Integración Monetaria, con la que podría revertirse la dolarización o aprobarse la emisión de una moneda nueva en caso de una crisis fiscal que imposibilite pagar salarios públicos y obligaciones con proveedores.

La pandemia activó el sistema de contrapesos de la Asamblea Legislativa por diversos motivos, ahora que el sistema de contrapesos se rompió, El Salvador navega en un mar de incertidumbres, pues se desconocen las intenciones del Presidente en cuanto al uso que dará a su poder absoluto, sin embargo, se temen todos los escenarios anteriores.

Ahora que no existe una oposición partidaria, ¿surgirá una nueva oposición? El pueblo salvadoreño se manifestó en las elecciones de este 28 de febrero, dando un cheque en blanco a un nuevo partido político cuya cúpula sigue llena de personajes provenientes de los partidos tradicionales. Indudablemente, el pueblo salvadoreño, deberá mantenerse vigilante de los próximos sucesos y atentos ante cualquier suceso que fracture aún más la ya debilitada democracia.