¿Lograra superar las falencias actuales y reinventarse frente a un mundo que cada vez le da más la espalda al multilateralismo?

Por: Gisela Araoz Corbalan,

Licenciada en Relaciones Internacionales – Universidad Gabriel Rene Moreno y Maestranda en Procesos de Integración en la universidad de Buenos Aires. 

La cooperación mundial más importante

La Organización de Naciones Unidas (ONU), con sede en Nueva York, constituye el logro más importante en lo que respecta a la cooperación internacional, actualmente cuenta con 193 Estados Miembros. La Organización nació en el contexto de la segunda posguerra, después del fracaso de la Sociedad de Naciones. Diversos documentos firmados por los líderes de los países aliados a partir de 1941 fueron paso a paso llevando a su creación finalmente en la Conferencia de San Francisco (1945), aprobandose la Carta de las Naciones Unidas y quedando así oficialmente establecida.

Sus antecedentes se hallan en el marco de la Segunda Guerra Mundial y en un momento crítico donde los resultados no eran para nada favorecedores a los Aliados. De ahí que los líderes de Reino Unido y Estados Unidos, Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt respectivamente, concretaron la Carta del Atlántico (1941), en la cual establecieron ciertos principios comunes en la política nacional “en los que basan sus esperanzas de un futuro mejor para el mundo”.

El siguiente paso vino en la posterior Conferencia de Dumbarton Oaks (1944) preparándose el proyecto básico que hacía referencia a su estructura, funciones, método de votaciones y fuerzas armadas al servicio de la paz.

La ONU nació con cuatro objetivos principales que sostiene hasta el día de hoy:

  • Mantener la paz en todo el mundo;
  • Desarrollar relaciones amistosas entre Estados;
  • Ayudar a las naciones a trabajar juntas para mejorar la vida de los pobres, vencer el hambre, las enfermedades y el analfabetismo, y fomentar el respeto por los derechos y libertades de los demás;
  • Ser un centro de armonización de las acciones para lograr estos objetivos.

¿Logró la ONU ser un organismo influyente en la toma de decisiones a nivel internacional?

Dado el impacto generado en las decisiones por parte de la misma, como tal, es un remoto pero conocido debate que los internacionalistas seguimos poniendo sobre la mesa. Y es que a pesar de los principios que izaron su bandera de paz y unión, aún encontramos algunas falencias que nos hacen pensar que la ONU, como el único bloque de cooperación universal, no está logrando lo que se propuso en 1945.

Para comenzar, está compuesta por un esquema de decisiones que profundiza el desequilibrio de poder. Que las elecciones de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad estén avaladas por su exclusivo poder de veto, es quizás uno de los problemas más importantes. De los 15 miembros que conforman el Consejo, sólo Estados Unidos, China, Rusia, Francia y Reino Unido tienen la última palabra. Ni siquiera es necesario ilustrarlo con un ejemplo dado que en primera instancia la configuración de esta estructura es digna de ser cuestionada. ¿Vamos a seguir insistiendo en la concreción de una democracia global en una organización con poderes concentrados que se oponen a la universalización que promulgan?

Por otra parte, desde fines del siglo XX recibe críticas por la falta de adaptación a las nuevas dinámicas que el mundo nos presenta. El creciente cambio climático; la cada vez más independiente y voraz disrupción tecnológica; las brechas sociales marcadas por el hambre y la pobreza; y la actual pandemia por COVID-19 que ha corrompido sistemas sanitarios y económicos, son problemas que, nos guste o no, requieren de soluciones globales. Y aunque fue pensada como un sistema de asistencia novedoso en 1945, existen hoy resistencias en el cumplimiento de los objetivos que la misma propone.

Mantener en el trono del poder global a Estados con gobiernos que abogan por intereses nacionales, alzando el estandarte de lo políticamente incorrecto, es un error institucional que no posee correlación entre lo que se hace y lo que se pretende alcanzar. Un claro ejemplo de ello es la relación de la administración de Donald Trump con la organización. Desde que asumió el mando, el presidente norteamericano ha tomado decisiones unilaterales que han puesto en peligro la concreción de proyectos globales y ha generado tensiones que se alejan de los esfuerzos para alcanzar la paz.

Su salida del Acuerdo de París, de la UNESCO y de la OMS, el posterior reconocimiento de Jerusalén como capital indivisible de Israel, y la irresponsable gestión del brote por coronavirus en su país, nos hacen preguntarnos, ¿Por qué sigue teniendo acceso al poder de veto quien actúa fuera del marco de la cooperación?

Sin embargo, no debemos ser injustos. La ONU ha logrado que los tratados y convenciones internacionales impulsen a los países a configurar y reformar sus legislaciones nacionales para su incorporación como leyes supranacionales. Estos tratados contienen materia jurídica importante para el respeto de los derechos humanos, contemplando a los sujetos más vulnerables de la sociedad entre ellos las mujeres, niños y comunidades minoritarias como los pueblos indígenas. Además, los organismos que la componen han alcanzado tener su propia presencia en distintos territorios para ayudar a resolver sus necesidades más urgentes. Punto a favor para sus mecanismos de cooperación.

La pandemia ha dejado en evidencia la creciente irrelevancia de Naciones Unidas

El 2020 hubiese sido un año normal, en el 75 aniversario de la fundación de la organización de las Naciones Unidas, la inauguración de la Asamblea General habría congregado a decenas de líderes mundiales para celebrar –como lo subrayó el secretario general, Antonio Guterres- el hecho de que los valores consagrados en su carta hayan propiciado el mayor periodo de la historia moderna sin una confrontación militar entre grandes potencias.

Pero más allá de esa verdad había poco que celebrar en una reunión desangelada y casi virtual. El propio Guterres lamentó que el virus haya impedido la diplomacia personal que la Asamblea ha fomentado en múltiples encuentros bilaterales, seminarios, foros académicos y cenas privadas que se desarrollan en paralelo.

En medio de la peor crisis económica mundial desde la Gran Depresión, una emergencia climática y crecientes legiones de refugiados –unos 80 millones- los mandatarios solo envían mensajes pregrabados dirigidos más a sus audiencias internas que a sus interlocutores, reunidos en una Asamblea sin asamblearios, salvo las delegaciones acreditadas.

La pandemia ha dejado en evidencia las limitaciones y la irrelevancia de la ONU. La única resolución aprobada por el Consejo de Seguridad al respecto –la 2532 del pasado marzo- apoyó por unanimidad la iniciativa para un alto al fuego global durante la crisis pandémica, un gesto que no se tradujo en nada concreto.

Los 17 objetivos de Desarrollo Sostenible, dirigidos a reducir la pobreza, el analfabetismo y las prácticas discriminatorias, han quedado en el aire por falta de compromisos.

Entonces, ¿Podemos responder afirmativa o negativamente la pregunta planteada? 

No es una respuesta para nada sencilla definir cuál es el peso de las decisiones políticas que toma la ONU, ya que solo nos hace pensar en el dilema del huevo y la gallina. Porque, ¿son los Estados los responsables de impulsar la identidad y la concreción de los objetivos planteados por la organización? ¿O es esta como ente para la cooperación universal la que tiene el deber de hacer que cada Estado alcance las metas propuestas? ¿Es una cuestión de voluntad estatal y responsabilidad institucional, o al revés?

Este Organismo ha recibido críticas por su ineficacia. Ya que somos testigos de aquellos propósitos primordiales, de su transformación y adecuación por nuevos desafíos en un mundo en constante cambio e intereses individuales más arraigados.

Por lo tanto, se encuentra obligado a asumir el reto de actualizarse y superar el difícil escenario que nos va dejando el 2020.

Finalmente, hoy más que nunca la cooperación internacional resulta indispensable. Las organizaciones multilaterales necesitan ser apoyadas para salir fortalecidas de las diferentes crisis y dar respuestas prácticas a los problemas mundiales. Pero también necesitan ser reformadas y modernizadas para poder sobrevivir a un nuevo mundo.