Por Paula Petroli, estudiante de último año de Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador. 

«Me pregunto por qué nos llamaron mujeres de confort. No fuimos por voluntad propia, fuimos secuestradas. Eso fue una matanza de seres humanos, no un lugar de confort. Hasta niñas de 11 años fueron reclutadas. Era mejor morir que vivir»

Esas fueron las palabras de Lee Yong-Soo, quien en 1992 y a sus 64 años se convirtió en una de las primeras mujeres coreanas en dar testimonio de los crímenes del Ejército Imperial Japonés durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy, a sus 93 años y al igual que muchas víctimas del Imperio nipón, sigue reclamando justicia.

Desde 1932 hasta 1945, se estima que alrededor de 200.000 mujeres y niñas provenientes de toda Asia fueron reclutadas por el ejército japonés y forzadas a desempeñarse como “mujeres de confort”, un eufemismo para referirse a las esclavas sexuales que trabajaban sin descanso sirviendo a los soldados nipones (Yoshimi, 1995). A pesar del elevado número de víctimas, el crimen se mantuvo oculto a los ojos de la comunidad internacional hasta 1990, cuando la primera sobreviviente dio un paso adelante y decidió contar su historia. Desde entonces, cientos de víctimas de ya elevada edad alzaron sus voces para dar sus testimonios y reclamar justicia al Estado japonés.

Si bien desde la década de los 90 las autoridades japonesas de diferentes rangos han pedido disculpas a las víctimas de distintas maneras, y si bien Japón y Corea se han embarcado en numerosas negociaciones y proyectos para indemnizar a las sobrevivientes, tanto las disculpas como los proyectos han sido más que controversiales. Por un lado, las disculpas no han resultado creíbles, ya que en muchos casos las autoridades japonesas no mencionan con claridad por qué se disculpan, ni a quien le extendían las disculpas, ni cuál fue el rol específico de Japón en el crimen. Por otro lado, los proyectos propuestos por los gobiernos coreano y japonés para indemnizar a las víctimas se llevaron a cabo sin consultarle a las mismas y fueron financiados en parte por capitales privados, lo que incrementó el descontento social.

Sin embargo, lo que resulta realmente interesante y ha despertado formulaciones teóricas dentro de la disciplina de las Relaciones Internacionales es cómo el manejo político de este reclamo por parte de las víctimas y sus familiares ha afectado las relaciones bilaterales entre Corea y Japón. El crimen en cuestión ha calado tan profundo en la conciencia coreana que se ha convertido en un movimiento intergeneracional. Debido a que hoy en día quedan pocas víctimas con vida, sus familiares y las generaciones más jóvenes han adoptado la tarea de reclamar justicia y, en definitiva, una disculpa sincera del gobierno japonés. Asimismo, la reluctancia de Japón a reconocer los crímenes de guerra, sumada a declaraciones públicas de autoridades niponas que afirmaban que las “mujeres de confort” eran prostitutas que fueron reclutadas por voluntad propia han despertado numerosas protestas de la sociedad civil. En Corea, todos los miércoles activistas, sobrevivientes y civiles en general protestan frente a la Embajada de Japón con la esperanza de que las autoridades acepten la responsabilidad por los crímenes pasados. En muchos casos, el gobierno coreano se ha visto obligado a suspender visitas de autoridades japonesas debido a la ola de rechazo generalizado producida por sus controversiales declaraciones, al mismo tiempo que continúa creciendo el sentimiento anti-japonés en la sociedad.

Los hechos descritos nos llevan a preguntarnos cómo influyen las políticas de memoria en las relaciones bilaterales entre los estados. Si bien esta es un área temática relativamente nueva para la disciplina de las Relaciones Internacionales, el caso de Corea y Japón, junto con el caso de Alemania y Francia, han sido los casos emblemáticos que varios autores  han utilizado para analizar y comparar los efectos de los pedidos de disculpas sobre la reconciliación entre dos países (Lind, 2008; Daase, 2016; Yoshida; 2008, etc.). En este sentido, los autores concluyen que la forma de recordar es importante y puede tener consecuencias tangibles para las relaciones bilaterales. 

En definitiva, esta área temática, a pesar de su relativa novedad, ya ha producido avances teóricos en la disciplina de las Relaciones Internacionales y avances prácticos en la manera en que dos Estados buscan la reconciliación. 

Es sabido que la historia tiende a repetirse a sí misma, y que las violaciones a los derechos humanos no son algo que haya quedado en el pasado, sino que en repetidas ocasiones se nos recuerda de su actualidad. Es por esto que resulta fundamental escribir, investigar y conversar sobre las atrocidades de la humanidad, al fin de comprenderlas y no repetirlas. Hay quienes opinan que la escritura no confiere importancia, sino que la refleja. En mi opinión, hablar sobre nuestras historias las vuelve importantes.

 

Referencias

Daase, Christopher; Engert, Stefan; Horelt, Michel-André; Renner, Judith & Strassner, Renate (2016). Apology and Reconciliation in International Relations: The importance of being sorry. Londres: Routledge

Lind, Jennifer (2008). Sorry States: Apologies in international politics. Londres: Cornell University Press.

Seo, Jungmin. (2008). Politics  of  Memory  in  Korea  and  China:  Remembering the  Comfort  Women  and  the  Nanjing  Massacre. New Political Science, 2008, Vol. 30 (3): 369-392.

Yoshimi, Yoshiaki (1995). Jiigun Ianfu (Military Comfort Women). Tokyo: Iwanami Shoten.

Yoshida, Takashi (2008). For the Nation or for the People? History and Memory of the Nanjing Massacre in Japan. En Saaler, S. y Schwentker, W. The Power of Memory in Modern Japan. Kent: Global Oriental, 2008, p. 17-31.