Por: Marcos Javier Pereyra. Tesista de la Licenciatura en Ciencias Políticas, Facultad de Humanidades y Ciencias, Universidad Nacional del Litoral, [email protected]

Introducción

Desde el 5 de junio de 1974 se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, fecha escogida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con el fin de concientizar sobre los problemas del cambio climático y crear una convivencia más armoniosa con el medio ambiente y el ser humano. “Una sola tierra”, ese es el lema que se utilizará este año para conmemorarlo. El mismo que se utilizó hace cinco décadas atrás en la 1° Conferencia de Estocolmo de 1972.  

En esta ocasión, la celebración se da en un período de transición y de salida de la pandemia del COVID-19 que hasta el momento ha consumido la vida de aproximadamente 7 millones de personas en el mundo. Reconocer la degradación ambiental, la deforestación y la eliminación de espacios naturales donde diferentes animales desarrollan su vida en relación con otras especies es lo que nos permite comprender los efectos colaterales de esta enfermedad que tiene al mundo en jaque. Cada vez más estamos sumergidos ante peores catástrofes naturales lo que ha llevado a diferentes especialistas a plantear que podrían surgir nuevas pandemias globales. Pareciera ser un panorama complejo y desesperanzador, pero con acciones concretas y específicas se podrían revertir o paliar sus efectos. 

Según información de la ONU, la tierra actualmente se enfrenta a diversos problemas como: el calentamiento global y la dificultad de las personas para adaptarse a estos cambios abruptos, la pérdida de hábitat que implica que 1 millón de diversas especies se encuentren en peligro de extinción y un aumento constante de la contaminación que degrada el aire que respiramos, la tierra en la que vivimos y el agua que consumimos.  

Reparar, reconstruir y concientizar

Ante este complejo panorama, las propuestas que se promueven implican fortalecer el valor de la acción humana y la construcción de un vínculo más responsable con la tierra y el ecosistema. Por eso, es necesario seguir trabajando y avanzando con el paradigma verde, sostenible y ecológico. No es casual que en la última década se haya empezado a promocionar la noción del “desarrollo sustentable”, “economía circular”; “empleo verde” y tantos otros conceptos vinculados al cuidado ambiental.

La implementación de políticas públicas orientadas al cuidado del medio ambiente es algo a destacar y que se convierte en una acción vital de promoción. Si bien es cierto que desde la ONU y, puntualmente, las naciones europeas se promueven y prometen “cuantiosas inversiones” verdes a los países en vía de desarrollo de América Latina, no debemos olvidar que el viejo continente es, en parte, responsable de la degradación ambiental y de la cultura del consumismo y del descarte. Costumbre y forma de vida que nos llevó a la situación actual de tener que estar constantemente prestando atención para evitar llegar al aumento de los 1,5°C en el calentamiento global. Entonces, se vuelve fundamental tomar medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para el 2030. A su vez, se alerta también sobre el daño que produce vivir con un aire cada vez más contaminado el cual se prevé que aumente un 50% en esta década. Por su parte, los desechos plásticos que terminan en los ecosistemas acuáticos podrían triplicarse para el 2040, anunció la ONU. Los basurales sin protecciones ambientales, la minería a cielo abierto, el fracking, la extracción ilimitada de recursos naturales del subsuelo, la deforestación y los incendios intencionales; son ejemplos de acciones producidas por el ser humano que profundizan la crisis climáticas.

Pero, así como están aquellos que hacen el mal, también tenemos a aquellas personas y promotores que buscan hacer el bien y luchan para revertir esta situación. Cabe resaltar el papel de los activistas medioambientales, los pueblos originarios, los organismos multilaterales, los gobernantes (aunque no todos, es cierto), los legisladores y de hasta el mismo sector privado que implementan políticas reparadoras.

Eso es lo que explica que en los últimos años se haya avanzado con el desarrollo sustentable que, por cierto, se convierte en una verdadera ventana de oportunidades para los países en desarrollo y con altas tasas de desempleo. Naciones con grandes problemas sociales, pero con recursos naturales en exceso. Altas tasas de desempleo que podrían revertirse a través de la creación de empleos verdes, bajo condiciones dignas y decentes de trabajo como también lo promueve la Organización Internacional del Trabajo (OIT). La economía circular y la lógica de la Triple R (Reducir, Reutilizar y Reciclar) es otra de las propuestas que se promociona para cambiar los hábitos de consumo y de desecho. No se puede seguir viviendo más en la “cultura del descarte”, como lo ha mencionado tantas veces el Papa Francisco, y de la “obsolescencia programada”: aquellos productos con una vida corta de duración que se convierten en más desechos y aumento de contaminación. 

Tampoco podemos olvidarnos de la energía renovable y de la necesidad de pensar el abastecimiento humano bajo un paradigma más sustentable. Retomando la línea de la acción humana, no en vano diferentes empresas industriales comenzaron a construir automóviles eléctricos, lo que reduciría el consumo de combustibles fósiles. En la escala local, muchos municipios cuentan con un servicio de transporte público alternativo y sustentable. Mientras tanto, la energía solar es mucho más económica y eficiente lo que permitiría ahorrar en los combustibles y disminuir los riesgos.

Finalmente, hay otra realidad que demuestra el daño que está generando el cambio climático y la ausencia de medidas de prevención o control de las acciones humanas. La cuestión de los refugiados ambientales por desastres naturales o por el comportamiento indebido del ser humano. Por eso es que la cultura del descarte no sólo repercute sobre las especies nativas sino también en las personas que habitamos esta tierra. “Una sola tierra” es la que hasta ahora ha demostrado tener las condiciones para garantizar la vida y el desarrollo humano. Inundaciones, escasez de agua, contaminación, incendios o por causa de desastres naturales hace que más de 20 millones de personas tengan que abandonar su hogar, según la Agencia para Refugiados de la ONU, lo que deriva en desarraigo y muchas veces en la necesidad de protección internacional. La actual forma de vida nos afecta a todos, a los más adinerados, a los que menos recursos tienen y también a quienes actúan para revertir esta situación.

Consideraciones finales

El mensaje “Una sola tierra” es un llamado a trabajar y generar diferentes acciones para modificar la forma como estamos viviendo. Mencionamos anteriormente que ya se ha comenzado a avanzar en ese camino. También en muchos países se está implementando la educación ambiental en los diferentes niveles formativos para ir gestando en las nuevas generaciones el conocimiento necesario para la acción ambiental. 

A pesar de los negadores del cambio climático, los hechos están a la vista y lo vivimos en las diferentes escalas planetarias. Sin embargo, hay que continuar trabajando para hacer de este planeta un lugar más equitativo y sostenible ambientalmente hablando. Las herramientas, los materiales y las propuestas están. También los promotores, los ambientalistas, los militantes y los diferentes órganos gubernamentales que cada vez muestran una mayor preocupación en este sentido. “Una sola tierra” es la que nos provee todos los materiales para la supervivencia humana. Cuidarla, protegerla y mitigar los efectos que la están dañando es nuestro deber para garantizar nuestro futuro y de quienes vendrán.

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Este es un artículo de opinión.

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